domingo, 19 de febrero de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VII
P. José Mª Doménech SDB
¡Dios es Amor fiel!: su perdón es gratuito y la intercesión de la Comunidad nos abre a esta alegría que sana y construye una vida nueva.
Is. 43, 18-19.20c-22.24b-25:  "No se acuerden de las cosas pasadas... yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?... Pero tú no me has invocado, Jacob, porque te cansaste de mí, Israel. ¡Me has abrumado, en cambio, con tus pecados...! Pero soy yo, sólo yo, el que borro tus crímenes... y ya no me acordaré de tus pecados".
Salmo: 40:                                 "Sáname, Señor, porque pequé contra Ti".
2Cor. 1, 18-22:                          "Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con Uds. no es hoy ‘sí’, y mañana ‘no’. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado... no fue “sí” y “no”, sino solamente “sí”... Las promesas de Dios encuentran su “sí” en Jesús... y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a Uds.;... el que también ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu".
Mc. 2, 1-12:                               "Jesús volvió a Cafarnaún... Se reunió tanta gente, que no había más lugar... Le trajeron... a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres... levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba y... descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la Fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas... pensaban...: «...¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?» Jesús... les dijo: «...Para que Uds. sepan que le Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, –dijo al paralítico–: yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó delante de todos, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual»".
Hoy la misma palabra “pecado” tiene mala prensa. Sin embardo, ahí está en nuestra vida y nos resulta un pasado muy pesado. De hecho, el pecado nos separa del Amor de Dios y enrarece todas nuestras relaciones. Si nos acostumbramos a él, y éste se hace casi cultura, como parece que hoy nos sucede, lleva a la parálisis moral y todos, personas y sociedades, se van deteriorando hasta su destrucción. No importa a quién o a qué se culpe: ¡ésta es la realidad y nos duele!
El pueblo de Dios se acostumbró a tener a Dios ‘a su disposición’ y acabó tratando de hacerlo su ‘ídolo’, es decir, imagen-servidor del ser humano: no lo escuchaba, ni estaba dispuesto a obedecerle. Se hicieron esclavos de sus caprichos y soberbia, hasta ser destruidos por ellos.
Dios es Amor y su fidelidad nunca cede a la degradación de su pueblo. Dios siempre tiene la última palabra, como tuvo y tiene la primera con su propuesta de bendición, perdón y Vida. Nos toca a nosotros responder: aceptar o rechazar. En ello nos va la vida y la dignidad.
El pecado duele a Dios porque nos perjudica; pero Él no se separa de nosotros porque nos ama
El Amor de Dios nos recrea, si aceptamos habernos separado de Él por nuestra rebeldía.
La Misericordia de Dios nos da el perdón para poder renovar y sanar nuestra conciencia.
La fidelidad de Dios es concreta, histórica, nos acompaña en todo nuestro caminar y no cambia
Pablo es acusado de inconstancia por los Corintios y él se defiende apoyado en el Dios fiel.
Cristo es signo pleno de la fidelidad de Dios: de Él Pablo aprendió a dar su propia vida.
El “Sí” cristiano dice la fidelidad de Dios y la propia voluntad de serlo también nosotros.
La Fe de la Comunidad nos lleva a Cristo y éste nos da la Misericordia de Dios que salva y sana
El pecado paraliza el futuro de renovación interior de la persona. La Fe de la Comunidad lleva al hermano paralizado ante el Amor de Dios que perdona y le abre a un futuro renovado.
Para Dios somos importantes. Él cuida nuestro presente para que tengamos un futuro digno. El perdón que siempre nos ofrece es signo de este Amor Providente. Lo vital es acercarse.
Pidamos a María ayudar a los hermanos a que se acerquen a Jesús que desea perdonarles.

domingo, 12 de febrero de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VI (P. José Mª Doménech SDB)   
La persona, unidad esencial, muchas veces vive que el mal físico habla de un interior desviado de la gloria de Dios. Sólo Él es el Salvador
Lv. 13, 1-2.45-46:  "El Señor dijo a Moisés y a Arón: «Cuando aparezca en la piel de una persona... un caso de lepra… será llevada al sacerdote... La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: “Impuro, impuro”. Será impuro mientras dure su afección... vivirá apartado..., fuera del campamento»".
Salmo: 31:               "Me alegras con tu Salvación, Señor"
1Cor. 10, 31-11, 1: "...cualquier cosa que hagan, háganlo todo para Gloria de Dios. No sean motivo de escándalo... Hagan como yo, que me esfuerzo... no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo como yo sigo el... de Cristo"
Mc. 1, 40-45:          "Se acercó un leproso a Jesús... y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme» Jesús, conmovido,... lo tocó diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y la lepra desapareció y quedó sano. ...Lo despidió advirtiéndole severamente: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote… para que les sirva de testimonio»... Apenas se fue, empezó a proclamarlo por todo el mundo... Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad... Y acudían a Él de todas partes".
La lepra es vista como una impureza que carcome a la persona desde dentro. Se trataba de una enfermedad que pone en peligro a todos. También hoy las actitudes, o procesos, perversos, que degradan a la persona y a la sociedad, son interiores y fluyen en actitudes destructivas.
Nuestro mundo se desarrolla, pero también está amenazado de muerte por un enemigo peor que cualquier lepra: vivir distanciados, de espaldas a Dios, buscarse a sí mismo, cerrarse al Amor que nos ha dado y nos sigue danto la vida y nos lleva hacia la plenitud: el Amor de Dios.
El desgaste y las enfermedades son inevitables. Pero, si personal y socialmente fuéramos personas interiormente sanas, todo sería mejor superado. La descomposición social que vivimos nace del corazón humano, que no logra, por sí mismo, mantenerse en la búsqueda del bien del otro como prioridad, y se deja atrapar por el egoísmo que degenera las relaciones y estructuras.
Sólo el Amor de Dios, expresado en Jesús, puede sanar el interior enfermo, pues lo libera de la lepra de su egoísmo, y lo centra en la Gloria de Dios, garantía de su grandeza y libertad.
El pecado distancia moralmente de la comunidad y pone en peligro a todos, persona y sociedad
El pueblo se defiende de la lepra con la exclusión –aislamiento– para no poner en peligro a toda la Comunidad. El leproso es parte del pueblo, si lo respeta, debe avisar que está enfermo.
La lepra era considerada castigo al pecado, por eso el profeta compara al servidor sufriente como un leproso, porque carga con los pecados de todos. Sólo Dios puede sanarlo y ¡lo hará!
La libertad en todo lo vivido está en que todo se haga para la gloria de Dios y el bien de todos
La experiencia de Pablo está centrada en Cristo y su decisión de hacer todo y sólo según la Voluntad del Padre, que es la salvación y vida para los hermanos. Para eso fue elegido.
Pide a la Comunidad que vivan en esta libertad. Nada de cerrarse en sí mismos, pues eso perturba toda relación y servicio, porque le quita la honestidad del Amor de Dios, que es libre.
Lo importante es ofrecer la salvación, sobre todo a los más débiles, y ayudarles a vivirla.
Cristo actúa desde una libertad que libera de toda impureza y proclama la misericordia de Dios
El sacerdote del Antiguo Testamento sólo constataba la presencia o superación de la lepra.
Sólo Dios –y el Mesías– puede liberar de esta mancha destructiva, signo de impureza.
Cuando Jesús sana al leproso, lo toca, pues le mueve el amor y éste supera la ley. En ello da el claro mensaje, de que lo importante para Él es librarnos de todo lo que pueda destruirnos. Y nada destruye más que el pecado. La ley vale por el amor que la implica, no por sí misma.
Pidamos a María amar con pureza de corazón buscando, siempre y en todo, la gloria de Dios y la salvación de todos los que el Señor ponga en nuestra vida, sin egoísmos que nos cierran.
En nuestra pequeña ciudad de Puerto Deseado y en nuestra diócesis, la más grande de Argentina, estamos a las puertas de la última peregrinación de este año Jubilar, en el que celebramos los cincuenta años de la creación de esta Diócesis de Río Gallegos, que abarca las dos provincias más australes de la Patagonia Argentina: Santa Cruz y Tierra del Fuego.
La peregrinación es a la gruta de de la Virgen de Lourdes, una formación rocosa natural de origen volcánico, que se descubrió hace 65 años en nuestra zona, y que se dedicó, de común acuerdo, a la Virgen de Lourdes por su parecido a la formación de Francia. Desde aquella época comenzaron las peregrinaciones y nunca se han detenido, sino que más bien se han ido ampliando, aunque no viene muchísima gente, pero es un flujo continuo.
Pido al Señor que nos ayude para que sea un verdadero encuentro con Él a través del Auxilio y cariño de nuestra Madre Universal.

Entramos en la semana sexta del tiempo ordinario y en ella el Señor, que nos libera de toda degradación humana, nos invita a acercarnos con sencillez, a suplicar con confiada sinceridad y a estar dispuestos a proclamar su Gloria con cada uno de nuestros actos, palabras y pensamientos.
No se trata de estar mejor nosotros, sino de ayudar, al mayor número posible, a encontrarse con el Señor Jesús como su Salvador, al que pueden pedirle, con la seguridad de ser escuchados, que les purifique de toda mancha y les libere de toda esclavitud.
Él lo hace sin cansancio, aunque, después, nosotros perdamos el ritmo y no sigamos sus huellas de Vida Nueva y Libertad.
Lo importante es saber suplicar sabiendo que necesitamos de Él. No tanto para que nos resuelva un problema, sino para que sane nuestra vida y purifique nuestra existencia de tanta degradación a la que nuestros egoísmos la han ido sometiendo y con los que nos hemos ido degradando, con todas las consecuencias sociales que esto conlleva y que a todos afectan, sobre todo a los más débiles y pequeños.
A la gruta de Lourdes de Francia muchos van a pedir la curación de tantas enfermedades.
Jesús este domingo se nos muestra como el que sana y salva, dejándonos a nosotros la tarea de anunciar su Amor y Bondad sanadora a todos los que quieran escucharnos y aceptarle.
Confiemos al Señor nuestras vida y Él las sanará de toda mancha, según sea nuestra confianza en Él.
El leproso se acercó, suplicó y proclamó la Gloria de Dios. Pablo nos invita a hacer lo mismo a lo largo de toda nuestra vida.
María nos ayude a acercarnos con sencilla confianza al Señor y a mantener nuestro compromiso de evangelizadores de nuestros hermanos para ganar para Cristo a los más posibles.
Dios nos bendiga a todos y nos dé la Gracia de su Amor para darlo a los que nos rodean.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB 
  

domingo, 5 de febrero de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO V  (P. José Mª Doménech SDB)
En un mundo de dolor, somos, por vocación bautismal, anunciadores del hombre-Jesús que salva a toda persona que se le abra y confíe
Jb. 7, 1-4.6-7:                "Job habló diciendo: «¿No es una servidumbre los días del hombre en la tierra?... Como un esclavo que suspira por la sombra... me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor... Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad".
Salmo: 146:                   "Alaben al Señor que sana a los que están afligidos"
1Cor. 9, 16-19.22-23:  "Si les anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no evangelizara!... se me ha confiado una misión… Predicar el Evangelio... siendo libre, me hice esclavo de todos para ganar el mayor número posible... Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio... por amor a la Buena Noticia..."
Mc. 1, 29-39:                 "Jesús fue, con Juan y Santiago, a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y... Él se acercó... y la curó. Ella... se puso a servirlos. Al atardecer... la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos... y expulsó muchos demonios; pero no los dejaba hablar... Por la mañana... Jesús se levantó... y... estuvo orando... cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando» Él respondió: «Vayamos a otra parte... porque para eso he salido» Y fue por toda Galilea predicando... y expulsando demonios".
El ‘espíritu inmundo’ –del mal– nos ‘cierra’ en la iglesia y, en el hogar, nos ‘enferma’. Jesús es liberador del mal y del espíritu que nos impida abrirnos al Señor y a los hermanos.
No hay peor enfermedad es cerrarnos en nosotros mismos y no servir ni a Dios ni a los hombres. Jesús es la mano liberadora para llevarnos a ser más fuertes que toda enfermedad. Es signo de eso abrirnos a los dones de Vida Nueva, gozo, libertad e intimidad con Dios y servir.
Quien acepta y vive la Gracia de los dones de Dios, los ofrece a los hermanos: evangeliza.
No hay nada peor para la salud humana que el vacío de sentido, pues eso es existencial. Ninguna enfermedad se resiste a la Misericordia providente de Dios; sólo la persona atrapada en su egoísmo, arriesga lo que el Señor le ofrece a través del ministerio de la Comunidad.
El dolor, experiencia inevitable, nos lleva a palpar lo que somos: seres tan limitados y frágiles
¡Cuánto nos cuesta hoy asumir con dignidad la realidad del dolor! Casi siempre intentamos evitarlo, huir de él y, de ese modo, lo hacemos más poderoso en su capacidad destructiva.
De la vivencia de Job, mucho es actual, es experiencia concreta hoy. Pero nos falta lo esencial de ella: su constante diálogo con Dios. Siente el peso mortal del dolor, pero no se deja vencer por él. Su confiada apertura al Dios de Misericordia, genera la superación de su depresión.
Si cualquier dolor se asume viviendo en el Amor de Dios, no nos perjudica, nos fortalece.
La experiencia personal de la salvación de Dios nos lleva a vivir la necesidad de Evangelizar
Pablo no puede callar la salvación que vive cada día, pues le llena de plenitud de vida y entiende que ésta está destinada a todos. ¡No puede callar! DEBE OFRECÉRSELA A TODOS.
La base para ser evangelizador está en vivir íntimamente el diálogo personal con el Dios que nos salva y nos renueva cada día en la experiencia de ser enriquecidos por su Amor.
Vivir, por la meditación, esta realidad tan concreta e histórica, nos llevará a no eludir los esfuerzos necesarios para llevar a otros a llenarse de tan liberadora y enaltecedora experiencia.
La salud integral, la que nos impulsa a servir en el Señor y como Él, es un don diario de Jesús
Jesús da vida y energía nueva para ser, como Él, dignos servidores de la comunidad. Ésta pide por sus enfermos; si ellos dejan actuar a Jesús, encuentran sanación. Lo que da fortaleza y sentido profundo al actuar de Jesús, y de la Comunidad –y de sus apóstoles– es la intimidad con el Padre que los envía: la oración personal, y comunitaria, para vivir disponibles a todo.
Pidamos a María vencer todo mal para ofrecer el Evangelio de la vida siempre y a todos.