viernes, 29 de octubre de 2010

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXXI

Dios ama todo, aun lo pequeño, pero nada debe atarnos: estemos atentos al paso de Jesús por nuestra vida y a su don de Vida y Salvación

Sb. 11, 22-12, 2: "Señor, el mundo entero es, delante de Ti, como un grano de polvo que apenas inclina la balanza… Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho… ¿Cómo podría subsistir una cosa si no la quisieras?... Tú eres indulgente con todos… Por eso reprendes poco a poco a los que caen… para que se aparten del mal y crean en Ti, Señor.

Salmo 33: "Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar".

2Tm. 4, 6-8.16-18: "Rogamos constantemente por Uds. para que Dios los haga dignos de su llamado y lleve a buen término en Uds., con su poder, todo buen propósito y acción inspirada en la Fe… no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen… por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya está cerca".

Lc. 18, 9-14: "Jesús entró en Jericó… Zaqueo… quería ver a Jesús… se adelantó y subió a un sicómoro… Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y, feliz, lo recibió en su casa… dijo resueltamente al Señor: «Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa… El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido»."

¿Quién se acerca a los que ‘se portan mal’ o ‘a los juzgados no buenos’, si es bueno? Sólo quien tenga un motivo muy superior a la compañía que va a encontrar. Dios nos llama a vivir este motivo superior y Jesús nos enseña a caminar bajo su identidad: que el Padre sea conocido y gozado por quien le necesita, aunque no le conozca o desconozca su verdadera identidad.

Muchas cosas nos pueden desviar en la vida, y sólo mirar a Cristo y conocer al Padre nos permitirá reorientarnos y rectificar caminos, aunque suponga renunciar a muchas cosas.

Tendemos a juzgar a las personas, como si esto no hiciera mejores que ellos, pero resulta que tales críticas, no a hechos o actitudes, sino a personas, nos hace ver que somos parecidos a ellos. Muchas veces, lo que nos fastidia de sus errores es que nos enrostran los nuestros.

La muerte la ponemos nosotros cuando no construimos la vida en nuestro entorno.

Dios es el creador y restaurador de la vida con su propia Vida; Jesús es el conductor de la Salvación, Vida Nueva en la vida cotidiana; el Espíritu Santo es el plenificador de la vida ordinaria en la Vida Divina. Dios está siempre cerca como Padre-Educador-Guía hacia la Felicidad.

La vida es don puro de Dios, quien jamás ha hecho nada que no sea vida y alegría para todos

Dios nos invita a fiarnos de Él, pues ama todo lo que ha hecho, ya que lo ha hecho todo por amor y sólo por eso. Somos sus creaturas y sabe bien que estamos en proceso de formación.

Él no tiene nada que perder ni que temer, pues es objetivamente soberano y, a tal nivel, que si nos llama la atención o permite que paguemos por nuestros errores o terquedades es para llevarnos por el camino de conversión a su eterna Felicidad sin sombra alguna.

La muerte, como realidad temida, es ajena a la Voluntad de Vida y Amor propia de Dios.

Ser fieles a Dios perfecciona todo lo bueno que hay en nosotros, pues a ello somos llamados

Pablo nos estimula a vivir con fidelidad nuestra vocación de testigos del Señor. Lo demás no es tan importante como vivir entre los hombres con una creciente intimidad con el Señor.

La venida del Señor no debe preocuparnos jamás, pues Él siempre nos acompaña.

Es mucho más importante alimentar constantemente nuestra Fe con la Gracia de Dios.

Nuestra vocación es dar al mundo signos de la Salvación de Dios para el bien de todos.

Querer ver a Jesús nos pide sinceridad y vivir sus exigencias, sólo esto es nuestra salvación

Cuando alguien quiere algo de verdad busca todos los recursos para lograrlo, cueste mucho o poco, aunque pudiere dar vergüenza o doler. El publicano quería ver a Jesús y no solo lo logró, sino que supo aprovechar la Salvación que entró a su casa. Los fariseos vivían junto a Jesús pero no tenían ningún interés en Él, a no ser que el de ‘ganarle’ y quitarle autoridad.

Siempre, a lo largo de la vida, Dios nos llama a la salvación: “Quiero alojarme en tu casa”, ¿cuál es nuestra respuesta?; ¿qué reparos pondremos para recibir a Jesús en nuestra vida?

Pidamos a María una Fe cada día más fecunda y que Jesús sea nuestro perpetuo huésped

Vivir ¿para quién?

Dios vive para irradiar vida: ésta es su Gloria y Él desea que todos participemos de ella.

Por eso Pablo puede pedirle que Él lleve a buen término todo buen propósito inspirado en el Fe. Por esto puede pedirnos que no nos dejemos perturbar por posibles noticias del fin del mundo, que en aquel tiempo se explicitaba con el término: 'la vuelta del Señor'.

¿Qué puede inquietarnos, si Dios está siempre con nosotros? ¿Qué temor podemos tener, si el nuestro es el Dios de la vida que no ha puesto veneno de muerte en nada? ¿Qué nos puede hacer temblar, si Dios se ha hospedado en nuestra naturaleza para salvarla?

Lo que nos toca en cambiar de actitud, como Zaqueo, y ponernos a disposición de Quien se ha comprometido con nuestra vida dando la totalidad de la suya.

Todo para el Señor, no solo la mitad y sí, cuatro, y más, veces, para resarcir el daño que hayamos hecho.

El secreto del Éxito es la humildad de dar la vida como pago de una deuda: recibimos la vida para los demás, de modo que, si la damos, lo único que estamos haciendo es cumplir con una tarea pendiente: dar lo que recibimos para todos.

Pidamos al Señor que nos ayude a ser fieles a la Misión de dadores de vida que Él nos ha confiado. Que nada nos atrape; no tenemos derecho a esclavizarnos a ningún dios que nos secuestre para la muerte, pues quedarnos en el egoísmo es quedar secuestrados para la muerte y el fracaso. Que todos sepan que todo lo que somos, lo somos, y debemos ser, para los que nos rodean y lo debemos hacer madurar para darlo siempre mejor.

Dios no nos dio a su Hijo y, en Él, su propia Vida y su Espíritu para que nos hundamos y abandonemos a los hermanos a su suerte, sino para que les señalemos el camino de la Salvación, Cristo, y les enseñemos a recorrerlo.

Dios nos bendiga a todos.

Recemos por esta nación Argentina ante la tremenda sacudida política y humana que significa la partida a Casa del Padre de uno de los grandes líderes de estos últimos años, y más todavía para la actual presidenta, esposa y seguidora política de Néstor Kírchner.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Doménech SDB

sábado, 23 de octubre de 2010

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXX

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXX

Dios está centrado en nuestra vida y su éxito en fidelidad, que es lo único que lleva a la madurez la felicidad que Él nos regaló al crearnos

Sir. 35, 12-14.16-18: "El Señor hace justicia; no se deja llevar por el prestigio de los hombres, no se deja influir por nadie en prejuicio de los pobres… no se hace el sordo ante el clamor de los huérfanos… de las viudas… los gritos de auxilio de los desvalidos atraviesan las nubes… El Señor… no tardará en salir a favor de ellos".

Salmo 33: "El pobre invocó al Señor y Él le escuchó".

2Tm. 4, 6-8.16-18: "…mi vida ya es una ofrenda como una libación derramada sobre el altar. Ya me ha llegado el momento de romper amarras y dejar el puerto… ya tengo reservada la corona que me he ganado… todos me han abandonado. Que Dios les perdone… Dios me ha salvado de las fauces del león… me salvará para el Reino celestial…"

Lc. 18, 9-14: "Jesús dijo esta parábola refiriéndose a quienes se tenían por justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo… oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás…” En cambio, el publicano… se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí…!” Les aseguro que éste último volvió a casa purificado, pero no el primero…"

¿Qué es lo más importante en la vida: cumplir exactamente las normas y leyes o esforzarse por dar vida y valorar a los que nos rodean, aun con sus límites y defectos?

¡Vivir es Amar: dar vida. El simple cumplir, aun reconociendo su real importancia, empequeñece, si no anula, la propia existencia y la de los demás, sometiéndola a un criterio limitante!

La vida, al entregarse, adquiere dimensión divina y perspectiva de eternidad, al dar al otro la novedad de la propia vida, multiplicándose, así, en el desarrollo de otras muchas vidas.

La felicidad que Dios puso en nosotros no cuaja hasta que no despierta felicidad en los que nos rodean. Estamos hechos para dar vida, porque el origen de nuestra existencia es Dios: Dador de Vida por Naturaleza. Pero no basta que Dios sea nuestro creador personal, y, por tanto, seamos sus hijos por creación, debemos aceptarlo personalmente, pues en Dios todo es libertad y nosotros hemos sido dotados de ella para que podamos aceptar ser hijos por adopción.

El egoísmo y la soberbia, que se pueden dar en la naturaleza humana, son aberraciones y degradaciones mayúsculas, pues atacan su propia identidad sustancial de personas libres.

Dios, siempre misericordioso y bueno, nos cuida, sobre todo en los momentos de debilidad

Convertirse significa aceptar los criterios de Dios. Éstos pasan a ser nuestra ley interior y, así, como Dios, con humildad de corazón y misericordia, tratamos al hermano débil y caído.

Dios deshecha los comportamientos sólo aparentes y la obediencia externa; pues desea un corazón dócil a su Voluntad de Vida, Paz y Dignidad para todos, sobre todo los marginados.

Su identidad de Madre-Padre le lleva a escuchar siempre las súplicas de los indefensos.

Lo que se nos pide es que seamos, como Dios, dadores de vida, de nuestra vida: éste es el éxito

Pablo hace el balance de su vida y puede estar satisfecho: ¡fue fiel! Su vida es una oblación, como la de Cristo, pues de Él aprendió a vivir como hijo de Dios y hermano de todos.

Dios, Padre Bueno y Justo, es la recompensa de todos sus hijos fieles, como nos mostró, con la Resurrección, ser la recompensa de Jesús, el Cristo de Dios, el Redentor, el Salvador.

El Apóstol ve con claridad que sus compañeros podían abandonarlo, pero jamás lo hace el Padre, quien siempre estuvo con él, sobre todo en los momentos más críticos y desesperados.

Dudar de la cercanía de Dios es una tentación contra la Fe y esto nos quita la Esperanza porque se debilita el Amor. Solo la oración humilde y sencilla, apoyada en el Amor de Dios, nos puede defender de tan destructiva tentación que nos lleva a juzgar y a condenar rompiendo la Comunión con Dios y con los hermanos.

La debilidad y pequeñez humana no alejan de Dios, sino que nos acercan, si se las confiamos

Los soberbios, centrados en sí, usan a Dios sin fiarse de Él, más bien le juzgan en todo.

Sólo la humildad, en su realismo, sabe recibir los dones de Dios y valorar su acción en nosotros. Si Dios es recibido y secundado con dócil sencillez, muestra sus maravillas eternas.

Pidamos a María la humildad disponible de Pablo, pues siempre necesitamos de Dios.

¿Vale la pena esperar la ayuda del Señor?

Siempre vale la pena; pero no todos lo logran porque no todos creen de verdad en Él y desean que todo se haga según sus propios planes o tiempos y se desesperan al percibir que "dios tarda mucho o no hace caso"... ¡Como si así lograran más!

No es fácil creer, se necesita fiarse como los niños. Lo dijo muy claro Jesús: «Si no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos», que es el Reino del Amor confiado e industrioso.

No basta decir que se cree, es necesario hacerlo de verdad y esto supone la fidelidad de Jesús al Padre; la de Pablo a Cristo y, en Él, al Padre; la de Pedro, la de todos los santos, que pusieron, como María toda su vida en las manos de Dios pues estaban convencidos de ser amados y cuidados por Él y de Él aceptaban su Plan de entrega de vida, de 'oblación', como Pablo presenta el final de su vida.

No se trata de ser bueno o de hacer algo bueno o de portarse bien, sino de ser dóciles y abandonarse a la Voluntad del Padre y si Él, conociéndonos como nos conoce, nos llama para algo que nos deja perplejos, o permite algo que no pensábamos bueno para nosotros o nos hace esperar en lo que juzgábamos vital, pues lo aceptamos y tratamos de vivir en ello a la máxima plenitud posible su Amor y Don de Vida.

La humildad del publicano le abre al Amor cariñosamente materno de Dios; la soberbia del fariseo le cierra a todo don de alguien, ni de Dios ni de los hombres que, en el fondo de su alma, desprecian toda soberbia, aunque a veces la adulen, después de todo, creo yo que la adulación es una de las tantas formas de degradación y desprecio de la dignidad del otro. Y esto se muestra claro cuando éste cae en desgracia: los aduladores, si no se vuelven enemigos, desaparecen de su futuro, al menos inmediato.

Dios nos ayude a ser humildes, dóciles al Señor, como María, y disponibles a lo que Él, en su amorosa Providencia acepte o determine para nosotros.

Ante toda circunstancia una sola pregunta al Señor: "¿Qué deseas ahora de mí?"

Dios nos bendiga a todos.

Unidos en oración con María nuestro Auxilio:

P. José Mª Doménech SDB

viernes, 15 de octubre de 2010

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXIX

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXIX

Orar es el único modo de mantener, aunque todo parezca perdido, la fidelidad y fortaleza, pues sabemos que Dios nos ama y no falla.

Ex. 17, 8-13: "Moisés dijo a Josué: «Elige a alguno de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Abimelec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios». Josué hizo lo que Moisés le pidió… mientras Moisés tenía los brazos levantados, Israel vencía, pero cuando los dejaba caer, prevalecía Abimelec…"

Salmo 120: "Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor".

2Tm. 3, 14-4, 2: "Permanece fiel a la doctrina que aprendiste…: tú sabes de quién la has recibido… Toda Escritura está inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté siempre preparado para hacer el bien. Yo te conjuro… proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar".

Lc. 18, 1-8: "Jesús enseñó… que era necesario orar siempre sin desanimarse… Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque les haga esperar? Les aseguro que, en un abrir y cerrar de ojos, les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará Fe sobre la tierra?"

¿Qué nos mueve, concretamente, en nuestra vida? ¿“Perdemos el sueño” por algo? ¿A qué dedicamos nuestras energías y esfuerzos? ¿Qué deseamos conseguir? ¿A qué somos fieles realmente? ¿En qué insistimos? ¿Qué nos duele no lograr todavía?

La vida ‘se derrama’ por los cauces de lo que amamos y asumimos como valioso según nuestra sentir; y esto hasta el punto de agotarse, como pasa en el martirio, en el sacrificio constante y el esfuerzo por avanzar en alguna tarea, aunque cueste y a veces hasta duela.

La tierra prometida, el Reino de Dios, merecen todo el esfuerzo del creyente, por eso Moisés pide a Josué que luche; él se compromete a orar superando todo cansancio. Pablo pide a Timoteo fidelidad al Evangelio y al ministerio confiado, cosa que requiere oración constante e insistente para mantener el esfuerzo y no ceder al desaliento. Jesús nos insiste en la necesidad de orar aunque nos pareciera inútil y perder tiempo. Dios siempre escucha, pero tiene tiempos que nosotros ni comprendemos ni conocemos y a veces nos parecerá que no es momento, pero no cedamos, pues a su tiempo seremos escuchados en los ruegos y siempre somos atendidos con la Gracia de su Amor. Se nos pide no tanto comprender, cuanto confiar: eso es amar.

Vivamos la realidad desde la verdad de que Dios siempre nos cuida, pero nunca nos sustituye

Cuando en las decisiones de la vida personal se muestra confianza en el Señor de la Vida y de la Paz, se consigue la victoria sobre muchas dificultades, aunque parezca que todo está en contra, pues jamás se cede en la oración ni se deja el esfuerzo de hacer las cosas según la Voluntad de Dios. Él nos cuida siempre, pero debemos secundar sus planes para no perdernos.

Es vital para todos que nos apoyemos para no desalentarnos, pues no es fácil para nadie.

Nos toca convencernos de que la Palabra de Dios nos pide integra fidelidad y firme confianza

Pablo insta a Timoteo que se mantenga fiel a la tradición recibida y a la Escritura aprendida desde la niñez. Son las bases de la Fe cristiana y la orientación de la Comunidad fundada por Cristo con los Apóstoles. Sólo la perseverante oración nos permite vivir abiertos a ellas.

Toda Escritura es válida para la maduración personal y social y, sobre todo, para el desarrollo de la Fe en Cristo Jesús. Sólo el orar con humildad nos lleva a ser fieles en el Señor.

Ante la Palabra de Dios, siempre tenemos nuestra personal responsabilidad delante Dios, que nos enseña y orienta, y delante los hombres que perciben en nuestra confianza, compromiso y fidelidad. La Palabra no pasa jamás, siempre es actual y concreta; somos nosotros los que la podemos manipular con teorías y traidoras ‘actualizaciones’, como si Dios se despistara.

Nuestra oración sea reflejo de la convicción de que Dios está presente, nos ama y nos cuida

Dios desea que todos gocen de su Reino, pero Éste requiere Fe fuerte y humilde, no siempre fácil en estos tiempos. Se nos invita a orar sin fin, pues las dificultades son fuertes.

La oración personal y comunitaria ‘dice’ nuestra Fe y Confianza en la acción de Dios.

Dios quiere lo mejor, pero la vida la definimos nosotros: Dios sólo nos ofrece su ayuda.

Pidamos a María vivir la Voluntad de Dios y orar siempre con perseverancia convencida.

Para nuestro Padre Dios no hay nada más importante que nosotros, por eso envió a su Hijo y nos regala el Espíritu Santo en cada sacramento y en cada Palabra.

La muerte de Cristo en la obediencia más digna, difícil y tan profundamente aceptada y en medio de una humillación sin igual ni nombre ni parangón en la historia de la humanidad, nos muestra no sólo hasta dónde Dios está centrado y muy comprometido con nuestra vida y felicidad, para que logremos ser como Él, aun aceptando todas las dificultades y caídas posibles, sino hasta dónde nuestra soberbia nos puede llevar a la necedad, inobjetividad y ceguera aberrante que nos mueva a hacer con otros lo que jamás aceptaríamos que alguien siquiera pensara en hacernos a nosotros.

Ciertamente nuestro mundo nos pone muchas dificultades para creer de verdad.

Y cuando hablo de "nuestro mundo" no me refiero sólo a la realidad que nos rodea, sino a nuestro mundo interior, a la realidad que nosotros construimos en nuestro interior y en la que nosotros mismos nos armamos muchas trampas y engaños y generamos visiones equivocadas, teorías y situaciones peligrosas en las que acabamos atrapados y hundidos y llorando nuestro fracaso, aunque culpemos a otros por ceguera o cobardía.

Si no oramos insistentemente, nunca llegaremos a vivir, por la Fe, en el Reino de Dios y en la felicidad que deseamos, porque su derecho y su anhelo lo tenemos gritando dentro de nosotros mismos desde que Dios nos creó invitándonos a ser sus hijos, y, por tanto, felices y grandes como Él, creadores de Comunión, de Paz, de Armonía, de Amor y Salud interior, personal, social y en la misma naturaleza.

El rescate de los mineros chilenos y del boliviano nos dice que, apoyados en Dios, podemos jugarnos la vida por los hermanos y hacer maravillas, aun con recursos limitados.

Orar para ser fieles, orar siempre para ser fuertes, orar sin fin para ser cada día más perseverantes.

Pidamos al Señor unos por otros, por nuestra fidelidad y veremos cómo, también hoy, se dan las maravillas y los milagros que escuchamos de otros y de otros tiempos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Doménech SDB

sábado, 9 de octubre de 2010

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVIII

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVIII

La gratitud expresa la sencilla apertura al don de Dios y esto nos abre a la obediencia que hace fecunda en nosotros la Salvación de Dios

2R. 5, 14-17: "El profeta Eliseo envió un mensajero a Naamán… [éste] bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así… quedó limpio. Luego volvió… a donde estaba el hombre de Dios y le dijo: «Ahora reconozco que nos hay Dios en toda la tierra más que el de Israel… tu servidor no ofrecerá sacrificios y holocaustos a otros dioses, fuera del Señor»."

Salmo 97: "El Señor manifestó su victoria".

2Tm. 2, 8-13: "Querido hijo: acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos… Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro… encadenado como un delincuente. Pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas cadenas por amor a los elegidos, a fin de que también ellos alcancen esta Salvación que está en Cristo Jesús… Si le somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede renegar de sí mismo".

Lc. 17, 11-19: "…salieron a su encuentro diez leprosos… y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes»… Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios… Jesús dijo: «¡Cómo!, ¿no quedaron sanos los diez? Los otros nueve ¿dónde están?... Levántate y vete, tu Fe te ha salvado»."

¿Qué deberíamos agradecer a Dios? Todo, pues todo, comenzando por la vida, es un don que, por un lado, nos supera y, por el otro, nos ha sido confiado.

Lo único que sí depende de nosotros son las decisiones, por eso somos responsables de ellas. Pero, para que podamos ejercer la capacidad de decidir que el Señor nos concedió, Él mismo nos dio los maravillosos dones, en continuo desarrollo, de la inteligencia y la voluntad. Así es como vamos construyendo nuestra personalidad, nuestra sociedad y nuestra cultura.

Dios nos toma muy en serio: nos pensó para que seamos como Él. Nosotros decidimos.

En la vida humana, todo es orientado hacia el bien por el Amor de Dios, por eso nada vital puede ser obligado. Que no lo entendamos, ése es uno de nuestros principales problemas.

Nuestra vida tendrá la dignidad que expresen nuestras decisiones: ¿más centradas en nosotros mismos?: menos dignidad; ¿más centradas en el bien y el desarrollo de los que nos rodean?: más libertad, dignidad, grandeza, felicidad en la Fe y fecundidad de vida para la Vida.

Es nuestra vocación, así Pablo se lo recuerda a Tito y lo viven Naamán y el leproso.

La purificación y la libertad para la Verdad y el Bien son siempre frutos de la obediencia

La Salvación de Dios requiere un espíritu humilde. Quien exige a Dios se queda solo.

La verdadera gratitud parte de una humildad coherente; lleva a la adoración de quien me salvó, al que reconozco el único Dios, y se muestra en la obediencia total a su Voluntad.

Si la vida personal está centrada en Jesucristo, el Evangelio se propaga por su propia fuerza

Puesto que Dios quiere salvar a todos, Pablo insiste a Timoteo que se consagre al anuncio de Cristo Resucitado aceptando, como él, todos los sufrimientos que esto traiga consigo.

Nada quedará inútil ni perdido en las manos de Dios. Nada puede detener la fuerza del Amor de Dios que se expresa en el Evangelio de Jesús. Nada acallará ni apagará el resplandor de la vida en Cristo, presente en su Comunidad.

Nuestras decisiones son nuestra responsabilidad y sus consecuencias nuestro juicio.

La gratitud es un signo de la presencia de la Salvación de Dios actuando en nuestra vida

Los leprosos piden la curación. Dios tiene misericordia, pero les pide Fe en su palabra dando el signo de estar ya curados: presentarse a los sacerdotes. Sólo en el camino de obedecer al Señor y respetando a las normas, expresión del orden y la prudencia, obtendrán la curación.

Sólo un extranjero, al sentirse curado como los demás, vuelve a Jesús, como Sacerdote de la Nueva Alianza, para agradecer el don de Salvación recibido. Agradecer es creer y esto ratifica el don de la Salvación, don que compromete toda la vida y sus relaciones.

Todos están llamados a la salvación. Un extranjero reconoce la presencia del Señor. Estamos invitados a darnos cuenta de que el Señor nos ha salvado de la lepra del pecado. Sólo la gratitud libre, expresada en la celebración y la obediencia, nos permitirá vivir en esta libertad.

Pidamos a María saber agradecer la Fe con la adoración obediente de nuestra vida.

"La gratitud es propia de los corazones bien nacidos", dice un refrán castellano y Don Bosco decía: "Cualquier cosa buena se puede esperar de un corazón agradecido".

Hoy el Evangelio nos muestra que la gratitud nos abre a la Salvación.

Ésta es un regalo más grande de Dios, pero como todos los dones, también ella no exige atención a las condiciones que tiene en sí misma: a Naamán se le pide obediencia a una indicación que apela a su capacidad de humildad; debía abandonar su concepción de grandeza y asumir la pequeñez que se le pedía. A Timoteo se le pide fidelidad al ministerio y asumir el riesgo de seguir, con real intrepidez el camino de Pablo, el prisionero por Cristo; a los leprosos, antes de verse curados, se les pide que actúen como si estuvieran ya curados y, por esa razón, se les pide que se presenten a los sacerdotes para que certifiquen su curación; sólo uno solo de ellos entiende de dónde viene la curación y que ésta es un don gratuito de Dios y vuelve al Mesías, a través del cual [su "pontífice"] les ha llegado este magnífico don. Así lo reconoce como el verdadero y único mediador de la Salvación; el único Sacerdote de la Nueva Alianza que puede certificar su real y concreta «curación» del pecado, verdadera lepra-cáncer humano.

¿A quién agradecemos nosotros los dones que recibimos? Antes preguntémonos con sinceridad ¿qué dones sentimos necesidad de agradecer?; ¿qué es lo que de verdad consideramos como un don en nuestra vida? ¿A quién consideremos como nuestro salvador de verdad? Es decir, ¿a quíen estamos dispuestos a seguir y adorar sinceramente, no solo con los labios o cierto culto que no nos cueste demasiado [porque si no, lo dejamos como 'no posible']?

Pablo es claro: Él siempre permanece fiel, pero resulta que ahora que el Señor ya lo ha hecho todo a favor nuestro, la decisión final sólo depende de nosotros. Ya todo está claro: el Amor de Dios es definitivo y decisivo, pero no impositivo, sino solo propositivo, aunque, repito, definitivo; por tanto es necesario, indispensable, que por parte nuestra ratifiquemos que deseamos y aceptamos esta Salvación. Esta ratificación no se hace con los labios, no, sino con la vida; así como la Salvación no se nos dio con palabras, sino con el don de la Vida del Hijo de Dios hecho hombre y sometido a una brutal pasión a consecuencia de nuestros concretos pecados, que no son palabras, sino de decisiones y de opciones muy históricas que perjudican a muchísimas personas. El mismo camino que hemos usado para depreciar los dones de Dios, necesitamos usarlo para asumirlos y hacerlos fecundos para los demás y, así, para nosotros mismos.

Dios es concreto en todos sus pasos: es creador de una realidad sumamente concreta; es salvador de unas personas e historias concretas y es santificador de personas y realidades concretas, a través de los concretos caminos marcados por las decisiones personales que valoran y permiten que sean fecundos los donde de Vida Nueva que Dios nos ofrece en nuestra historia haciéndola nueva y renovando la de los que nos rodean, si lo aceptan.

Que María nos acompañe, fortalezca y auxilie en estas responsables decisiones de cada día.

Dios nos bendiga a todos y aceptemos su Bendición.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Doménech SDB

viernes, 1 de octubre de 2010

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVII

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVII

Sólo Dios merece nuestra confianza incondicional. No manipulemos su obra: como creyentes vivamos centrados en la Voluntad de Dios

Ha. 1, 2-3; 2, 2-4: "¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio y no me escucharás…? ¿Por qué permites que vea tantas calamidades…? El Señor me respondió: «Escribe… Es una visión… que… no fallará. Espérala, si tarda… no dejará de darse. El hombre orgulloso se sentirá inseguro, pero el justo vivirá por su Fe»."

Salmo 94: "¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!"

2Tm. 1, 6-8.13-14: "Te recomiendo que reavives la llama del don de Dios que llevas por la gracia de la imposición de las manos. El Espíritu que Dios nos ha dado no es de cobardía, sino de firmeza, amor y sensatez. No te avergüences… soporta lo que debes sufrir… El tesoro que se te ha confiado es muy valioso. Consérvalo con la fuerza del Espíritu que vive en nosotros".

Lc. 17, 5-10: "Los apóstoles le dijeron al Señor: «Danos más Fe». Jesús les contestó: «Si tuvieran una Fe tan menuda como un grano de mostaza, le dirían a esta morera: “arráncate de raíz y plántate en el mar” y ella les obedecería… cuando Uds. hayan cumplido con todo lo que Dios les pida, digan: “Somos siervos sin mérito alguno: sólo hemos hecho lo que debíamos hacer”»."

Todo esfuerzo cansa, pero es mucho peor cuando no se ven resultados o cuando éstos son contradictorios y, donde podríamos esperar un éxito, aunque fuera pequeño, encontramos fracaso y hasta la destrucción de lo que creíamos que era lo mejor de todo lo logrado.

El Señor pide al profeta confianza. No se trata de vivir en función de los resultados, que de hecho son estimulantes, sino en función de la Fe en un Dios que puede transformar nuestra vida y hacerla nueva, si encuentra en nosotros la fidelidad necesaria para que su obra, profunda y silenciosa, produzca frutos de raíz sana, aun más allá de las circunstancias.

La santidad son estos frutos. La santidad casi siempre surgió en el silencio y hasta en las más duras y desconcertantes contradicciones, incluso en su propia casa. La misma Comunidad cristiana que reconoce ahora la santidad, cuando los santos vivieron en medio de ella, no siempre los entendió. Si los santos son santos es porque se fiaron de un Padre que los llamó y los sostuvo con su Espíritu, en una constante intimidad de amor, Fe y humilde servicio invitándoles a apoyarse en su Comunidad, a construirla y a crecer en una vida sacramental y apostólica que los llevaba a ser testigos de un Amor que supera, con mucho, las circunstancias adversas.

Este domingo se nos invita a esta confianza, a esta fidelidad, a esta Fe, a esta humildad.

Se puede reclamar a Dios, pero siempre en oración y abiertos a bien recibir su respuesta

El profeta siente lo duro de las desgracias que pesan sobre él y su pueblo. En su diálogo íntimo con Dios, reclama al Señor a quien sirve. Su oración es directa, clara y honesta.

Dios le pide confianza en su Providencia: le dice que el auxilio llegará, sin duda alguna, al tiempo oportuno. De hecho, el Espíritu del Señor no duerme nunca, porque ama.

Dios nos ha consagrado para que maduremos cada día en la Fe y así seamos sus testigos

Ser fieles en circunstancias adversas es muy difícil; pero la realidad nos demuestra que, sin voluntad explícita, es casi imposible serlo, incluso, en circunstancias favorables.

Hemos recibido de Dios el don de la Fe; pero para vivirla en el día a día necesitamos la firme decisión de hacerlo y de alimentarla constantemente. Es necesidad de toda vida y la Fe vive de la intimidad con el Dios que nos la concedió en su Comunidad. Fe cristiana madura y Comunidad cristiana viva son inseparables. Sin Fe la Comunidad se diluye, lo mismo al revés.

La Fe se expresa siendo testigos de Cristo en el día a día, pase lo que pase: lo demás puede ser folclore, dice poco aprecio por los dones de Dios. La vida real se ve en las opciones.

Los dones de Dios son gratuitos; vivámoslos en la Fe y el sencillo servicio, sin pretensiones

La Fe es un don de posibilidades infinitas, pero debe vivirse con sencilla sinceridad. Necesita profunda confianza en el amor de Dios que salva maravillosamente en el silencio.

Somos servidores de Dios; Él es quien hace su obra. A mayor intimidad, sencillez y disponibilidad en nuestra relación con Él, mejores colaboradores resultaremos ser.

Obedecer y servir desde el fondo del corazón: eso es creer. Sólo Dios glorifica su obra.

Pidamos a María asumir la Voluntad de Dios y secundarla cada día con toda el alma.

Las maravillas de Dios son concretas y permanentes, pero tienen un proceso que no está sujeto a nuestros criterios, sino a los de Dios que ama a cada persona y trabaja por el bien de cada una en las circunstancias en las que ella se encuentra.

Los que hemos sido llamados a ser testigos del Amor del Padre, manifestado en el Señor Jesucristo y, por su Espíritu, constructores de la Comunidad de sus discípulos, estamos invitados a tener una mirada de Fe que nos permita ver la obra de Dios aun en las limitaciones de cada momento de la vida, de la persona, de la familia, de la Iglesia, de la sociedad y de la comunidad mundial...

Con frecuencia nosotros deseamos ver resultados rápidos, llamativos y brillantes. Todo llegará a su tiempo, ahora estamos en el proceso de construcción de personas y comunidades, y, muchísimas veces, gran parte del trabajo está en las bases, en las raíces, en la conciencia... y ¡esto no se ve! A veces logramos ver atisbos, reflejos, destellos, pero desearíamos ver más... Se nos pide confiar y tener paciencia... Correr mucho casi nunca es lo mejor: "No por mucho madrugar aparece más temprano", dice el refrán muy sabiamente.

Si todo tiene su proceso, las construcciones personales mucho más.

A nosotros nos toca ser perseverantes, confiar y secundar la obra de Dios y ser pacientes, sin creer que es nuestra obra: mucho respeto por las personas, por las instituciones. Vivir y trabajar en la Verdad y para el Bien sin descanso... Lo demás lo hace el Señor, nosotros sólo somos colaboradores, siervos... Si lo hacemos bien, veremos, sin dudarlo, el éxito a su tiempo; participaremos de él y veremos con claridad que lo nuestro fue un grano de arena, necesario, sí, pero pequeñito... La Obra es de Dios: Él es el Señor, nosotros sencillos siervos que hicimos lo que se nos pidió y nada más.

Glorifiquemos a Dios porque nos ha llamado, nos llama y confía en nosotros.

Saludos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Doménech SDB