Novena de María Auxiliadora 2011

Radio Salesiana Piura

Don Bosco en la TV

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domingo, 16 de diciembre de 2012



CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III
Vivamos alegres porque Dios está cerca y nos llama a una constante y concreta conversión: todo mal se superará si dejamos libertad a Dios en nosotros
Sof. 3, 14-18:          "...¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no tendrás ningún mal... El Señor... exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su Amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta".
Salmo: Is. 122-6:      "Aclamemos al Señor con alegría".
Flp. 4, 4-7:               "Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de Uds. sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada... recurran a la oración y a la súplica, acompañadas por acción de gracias, para presentar sus peticiones al Señor. Entonces la paz de Dios... tomará bajo su cuidado los corazones y pensamientos de Uds. en Cristo Jesús".
Lc. 2, 2b-3.10-18:  "Dios dirigió su palabra a Juan Bautista... Éste comenzó a recorrer toda la región del Jordán... La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer...?» Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene...» Algunos publicanos... le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». Unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su paga». Como todo el pueblo estaba a la expectativa... si Juan no sería el Mesías, él... les dijo a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo,... él les bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego...»"
¡Alégrense! Maravillosa invitación. La razón dada, lo explica, y ¡no es para menos!: el Señor está cerca.
Esto lo entiende quien es movido por el amor y un creciente afán de vida libre y llena de pureza y salud, sin las trabas y presiones de los malos recuerdos y la esclavitud de las experiencias pasadas o presentes.
Es verdad, la pura verdad, EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Nada es más verdad que esto. San Pablo piensa en dos cercanías: está cerca su regreso y está cerca de los que caminan en su Camino, sus discípulos.
Sofonías habla en el mismo sentido y nos invita a la alegría. Nos aclara que, con el Señor cerca– en medio de nosotrosno tenemos que temer ningún mal. Pues aunque éste se dé, el Señor nos llevará a superarlo. ¡¡¡El Señor está cerca de verdad!!! ¿Lo vivimos así, lo creemos, actuamos en consecuencia?
Con Juan nos encontramos con un profeta que nos invita a no quedarnos en gestos y apariencias, sino a ir a una vida veraz: que los hechos nos muestren convertidos al Señor que llega cada día a nuestra vida.
La conversión es una invitación universal, pero no lo son los caminos de conversión: cada uno tiene el suyo, a cada uno su personal responsabilidad y, ahí, no se puede culpar a otros: ¡mi camino es solo mío! Debo asumir mi responsabilidad personal y social, pues toda actitud tiene su repercusión social.
Preparar la Navidad es asumir en serio esta responsabilidad de conversión personal. Esto es más urgente cuando no podemos descubrir en qué desea Dios que nos convirtamos: ¡¡es hora de pedir ayuda!!
Alégrate, hermano, el Señor te invita a aceptar corresponder a un nuevo compromiso de Amor con Él
El Señor nos pide vivir la experiencia de profundizar nuestro compromiso de serle fieles: necesitamos arrepentirnos más de una vez, pero el Amor de Dios que nos guía y anima nos sostendrá en el gozo.
El profeta insinúa que la batalla también la hace el Señor con nosotros, pero no puede sin nosotros.
Alegrémonos: el Señor camina con nosotros y nos enseña a caminar en Vida nueva para bien de todos
La alegría del cristiano se apoya en la presencia del Señor en nuestra vida; una presencia que nos llama a comprometer nuestra vida a llenar de vida y bondad a los que nos rodean.
La vocación cristiana es universal, como lo fue la del pueblo elegido en el primer período, Israel.
Estamos llamados a ser la alegría de Dios para todo el mundo. Apoyados en Él, nada debe angustiarnos.
Seamos honestos, no somos tan buenos: necesitamos convertirnos al Señor para la vida de los hermanos
Juan estaba convencido de que todo ser humano puede ser mejor y era muy consciente de lo que pasaba, por eso sus consejos son concretos y específicos. Así es el trato de Dios con todos.
¿Sabemos nosotros lo que tenemos que hacer para convertirnos? Las consecuencias de no avanzar en la conversión son negativas para todos. ¿Qué esperamos? ¿Queremos asumir esta grave responsabilidad?
Lo importante es cambiar el corazón y aprender a vivir buscando en todo el bien de los que nos rodean.
Pidamos a María ser cada día concretos en nuestra conversión para no negar a nadie la alegría de Dios.

domingo, 9 de diciembre de 2012


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II
Dios nos llama a confiar más en su Providencia: a ser constantes constructores de paz, amor y vida en la piedad, de solidaridad y respeto en la verdad
Bar. 5, 1-9:        "Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: “Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”... mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos... Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares y que se llenen los valles hasta nivelar la tierra... conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia".
Salmo 1251-6:    "¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!".
Flp. 1, 4-11:       "Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos Uds. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en Uds. la buena obra la irá completando hasta el día de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de Uds. crezca cada vez más... a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el día de Cristo...".
Lc. 3, 1-6:          "El año decimo quinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Pocio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito...: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, la montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios»."
Jesús no es una aparición. Nace, como cualquier otro, en una realidad socio-político-cultural muy concreta. Por eso Lucas comienza este capítulo de su evangelio de este modo. Jesús es una persona concreta. No deja indiferente. De Él se ocupan, generación tras generación, muchos intelectuales y artistas, ya sea para profundizar su realidad y sea para enturbiarla o atacarla. Jamás de nadie se ha escrito y hablado tanto.
El Adviento no prepara un recuerdo sentimental del nacimiento de Jesús, como quien añora. No. Nos lleva a revivirlo como un compromiso de confianza en nuestro Padre y de construcción de una fraternidad como Jesús nos enseñó. Lo demás es inútil y hasta contraproducente: ¡para que sirvió que viniera!
Juan no habla por cuenta propia. Toda liberación necesita sus enviados-constructores, con su misión: el profeta, Juan, Jesús, nosotros... Sí, cada uno de nosotros: sobre cada uno vino la Palabra en el Bautismo.
Palabra de conversión para el profeta, para Juan, para Jesús-pueblo, para nosotros. Responder es nuestra responsabilidad. Y es necesario el desierto, lugar de la verdad y de la lucha para la aceptación libre.
¿Quién no necesita convertirse? No percibirlo significa estar atrapado, enceguecido por el mal, aunque no parezca grave. No ver nuestro mal es sumamente grave, pues, para esa enfermedad, no hay salvación.
La conversión es base de alegría y paz; responsabilidad maduración social y progreso, ¡qué mejor!
Somos invitados a vestirnos de gloria: el Señor viene a nosotros y nos llevará por caminos de salvación
Baruc, secretario de Jeremías, trata, en nombre de Dios, de consolar al pueblo, que está en el destierro, con la promesa de la liberación. Ésta es segura y es para todos los que marchen con el Señor.
A nada se nos obliga, pero los frutos serán patentes ante todos los ojos. Donde está Dios está la Vida.
Somos débiles y la conversión cuesta; pero no temamos, Dios es fiel y nos llevará, felices, hasta el final
La alegría de Dios está en nuestro caminar, más que en los resultados. El final está en Sus Manos, pero la libertad de escucharle y hacerle caso está en las nuestras y esto es indispensable, pues no somos cosas.
La Navidad es una invitación a cambiar el corazón: para eso llegó Jesús. Lo vivieron lo primeros cristianos y los verdaderos de todas las épocas y, a pesar de todas las debilidades, llegaron felices al final.
Convertirse es abrirse al Señor, quitar todos los estorbos y profundizar en la vida que Dios nos ofrece.
El bautista, enviado por Dios con su palabra de Vida, nos invita a preparar nuestro interior para recibir al Señor de la Vida y de la Paz. Tarea: enderezar todo lo que está torcido y desviado en nuestra vida.
La respuesta es personal y sólo ésta, seria y responsable, podrá incidir en la transformación social.
El mundo no cambia ni con leyes, ni con magia, ni con ciencia, ni con poder; solo con vida interior.
Pidamos a María abrirnos a la Salvación de Jesús y convertirnos en todo lo que Dios nos pida hoy.

CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II
Dios nos llama a confiar más en su Providencia: a ser constantes constructores de paz, amor y vida en la piedad, de solidaridad y respeto en la verdad
Bar. 5, 1-9:        "Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: “Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”... mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos... Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares y que se llenen los valles hasta nivelar la tierra... conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia".
Salmo 1251-6:    "¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!".
Flp. 1, 4-11:       "Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos Uds. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en Uds. la buena obra la irá completando hasta el día de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de Uds. crezca cada vez más... a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el día de Cristo...".
Lc. 3, 1-6:          "El año decimo quinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Pocio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito...: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, la montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios»."
Jesús no es una aparición. Nace, como cualquier otro, en una realidad socio-político-cultural muy concreta. Por eso Lucas comienza este capítulo de su evangelio de este modo. Jesús es una persona concreta. No deja indiferente. De Él se ocupan, generación tras generación, muchos intelectuales y artistas, ya sea para profundizar su realidad y sea para enturbiarla o atacarla. Jamás de nadie se ha escrito y hablado tanto.
El Adviento no prepara un recuerdo sentimental del nacimiento de Jesús, como quien añora. No. Nos lleva a revivirlo como un compromiso de confianza en nuestro Padre y de construcción de una fraternidad como Jesús nos enseñó. Lo demás es inútil y hasta contraproducente: ¡para que sirvió que viniera!
Juan no habla por cuenta propia. Toda liberación necesita sus enviados-constructores, con su misión: el profeta, Juan, Jesús, nosotros... Sí, cada uno de nosotros: sobre cada uno vino la Palabra en el Bautismo.
Palabra de conversión para el profeta, para Juan, para Jesús-pueblo, para nosotros. Responder es nuestra responsabilidad. Y es necesario el desierto, lugar de la verdad y de la lucha para la aceptación libre.
¿Quién no necesita convertirse? No percibirlo significa estar atrapado, enceguecido por el mal, aunque no parezca grave. No ver nuestro mal es sumamente grave, pues, para esa enfermedad, no hay salvación.
La conversión es base de alegría y paz; responsabilidad maduración social y progreso, ¡qué mejor!
Somos invitados a vestirnos de gloria: el Señor viene a nosotros y nos llevará por caminos de salvación
Baruc, secretario de Jeremías, trata, en nombre de Dios, de consolar al pueblo, que está en el destierro, con la promesa de la liberación. Ésta es segura y es para todos los que marchen con el Señor.
A nada se nos obliga, pero los frutos serán patentes ante todos los ojos. Donde está Dios está la Vida.
Somos débiles y la conversión cuesta; pero no temamos, Dios es fiel y nos llevará, felices, hasta el final
La alegría de Dios está en nuestro caminar, más que en los resultados. El final está en Sus Manos, pero la libertad de escucharle y hacerle caso está en las nuestras y esto es indispensable, pues no somos cosas.
La Navidad es una invitación a cambiar el corazón: para eso llegó Jesús. Lo vivieron lo primeros cristianos y los verdaderos de todas las épocas y, a pesar de todas las debilidades, llegaron felices al final.
Convertirse es abrirse al Señor, quitar todos los estorbos y profundizar en la vida que Dios nos ofrece.
El bautista, enviado por Dios con su palabra de Vida, nos invita a preparar nuestro interior para recibir al Señor de la Vida y de la Paz. Tarea: enderezar todo lo que está torcido y desviado en nuestra vida.
La respuesta es personal y sólo ésta, seria y responsable, podrá incidir en la transformación social.
El mundo no cambia ni con leyes, ni con magia, ni con ciencia, ni con poder; solo con vida interior.
Pidamos a María abrirnos a la Salvación de Jesús y convertirnos en todo lo que Dios nos pida hoy.

sábado, 1 de diciembre de 2012


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I
Dios nos invita a estar alerta a las indicaciones del Señor para no quedar atrapados en los engaños y tener éxito definitivo en la vida personal y social
Jr. 33, 14-16:                 "...en aquel tiempo, haré brotar de David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”."
Salmo 244-5a.8-10.14:        "A Ti, Señor, elevo mi alma".
1Tes. 3, 12-4, 2:            "Que el Señor les haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por Uds. Que Él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables ante Dios... hagan mayores progresos todavía...".
Lc. 21, 25-28.34-36:    "Jesús dijo a sus discípulos: ...Los hombres desfallecerán de miedo ante la perspectiva de lo que le sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir... lleno de poder y de gloria... tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos... para que ese día no caiga de improviso sobre Uds., como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Adviento: tiempo que prepara la celebración de la llegada del Señor. Para nosotros, ¿Él es el importante? o, más bien, ¿lo son más, en realidad, las cosas y símbolos con los decimos celebrar la Navidad?
Comenzamos este año litúrgico con una clara invitación a vivir siempre alerta, basados la oración y una conducta digna de los discípulos de Jesús, en la que somos invitados a progresar constantemente.
Si vivimos así, estaremos a salvo de toda desgracia, sobre todo de la desgracia de quedar atrapados en las angustias de nuestro mundo y en su gran desconcierto ante la incesante, insaciable y parece que infructífera búsqueda de felicidad y de paz, que siempre aparecen como huidizas, frágiles y poco fiables.
Dios nos invita a prepararnos a la llegada del Salvador. Pero no la primera, sino la constante y definitiva. La salvación ya se hizo historia, nos toca a nosotros concretar hoy nuestra real aceptación.
¿Cuál es el centro de nuestra vida: la propuesta del Señor o nuestras costumbres o comodidades? No es una pregunta menor, ni es retórica, pues de ello depende el futuro real de nuestra vida profunda.
La sociedad tiene muchas carencias ¿cuál es nuestra viva y concreta respuesta a ellas?
La justicia, don del cielo, viene con el Salvador, pero no se puede imponer, debe ser vivida en persona
700 años antes de Cristo, Isaías, y 100 años después, Jeremías, hablan con ilusión y entusiasmo del germen de justicia que brotará del árbol de la dinastía de David, secado por la injusticia y el culto falso de sus dirigentes. Al final, llegará la salvación y la Justicia de Dios superará la maldad y para siempre.
Dios es soberano: su propuesta de Vida y Justicia es definitiva y para todos. Ahora nos toca decidir.
Desarrollemos nuestro deseo de vivir atentos a los dones de Dios para hacerlos crecer sin cesar
Pablo nos invita a ser cada día más eficientes en nuestra conversión para que ésta beneficie a todos.
Claro que antes deberíamos preguntarnos si sentimos necesidad de la conversión, porque, si no es así, la invitación del Apóstol queda en nada, pues creemos que, así como estamos, ¡ya estamos bien! Así lo sienten también los que mantienen sometida nuestra sociedad en la corrupción con todas sus injusticias.
Pidamos al Señor nos dé su Luz y Fuerza para convertirnos en todo lo que Él nos pide cambiar.
Estemos atentos, no nos aturdamos por los excesos, sino construyamos en el don de la libertad y el Amor
El lenguaje de Lucas desea hacernos notar que toda la sociedad vive en angustia constante ante la corrupción e injusticia imperante en casi todos los ámbitos decisivos de la vida personal y social.
El Señor llega con su Libertad, pero ésta no se impone; debe ser aceptada y aprendida para dar a nuestro mundo sus frutos de vida, paz, diálogo, respeto, unidad y progreso personal y social.
Pero no todos reciben al Señor de la Vida y de la Libertad. Los justos será puestos a dura prueba; por eso se nos pide confianza: tengan ánimo, levanten la cabeza, dejen atrás el pasado y láncense a lo nuevo que les trae el Salvador que llega, Él hace realidad todo lo que podría verse como una utopía de justicia.
Abrámonos a Cristo Jesús, que ninguna preocupación nos desvíe de lo único vital: el Señor que llega.
Pidamos a María abrir nuestro ser al Señor que llega con su amor y dejar que llene nuestra vida de Él.

domingo, 2 de septiembre de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXII
La verdadera Fe y religión supera el cumplir normas, aunque sea importante: es ser sincero y dócil ante la Palabra de Dios y respetar a toda persona.
Dt. 4, 1-2.6-8:                         "Moisés habló al pueblo, diciendo: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo te enseño... No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios... porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos... ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga a sus dioses tan cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos... como esta ley que hoy promulgo en presencia de Uds.?»"
Salmo 14:                                "Señor, ¿quién habitará en tu casa?"
St. 1, 17-18.21b-22.27:         "Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre..., en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad... Pongan en práctica la Palabra, no se contenten solo con oírla, de manera que se engañen a Uds. mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando estén necesitados, y no contaminarse con el mundo".
Mc. 7, 1-8a.14-15.21-23:     "...Los fariseos y escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden según la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?» Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de Uds. Isaías en el masaje de la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no sino preceptos humanos” Uds. dejan de lado el mandamiento de Dios, para seguir la tradición de los hombres». Y Jesús, llamando otra vez a la gente, le dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es lo que sale de él. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, la soberbia, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre»."
La nuestra no es una religión de normas, aunque, como toda realidad humana, las tenga, las necesite y deban ser respetadas. La nuestra es una Fe que nos lleva a poner la Voluntad de Dios, y su Palabra –que expresa esa Voluntad de Vida– por encima de todo y buscar hacerla nuestra y traducirla, concretarla, en nuestra historia aceptando la orientación de los pastores que el Señor ha consagrado para esta misión. Es tener un corazón anclado en el Bien y la Verdad, es decir, buscar el bien y la verdad con honestidad, aunque, en muchas veces, esto nos traiga incomodidades o incluso problemas, pequeños o grandes.
Para vivir como Dios lo desea, es decir, como felices y pacíficos servidores de la vida de nuestros hermanos, especialmente de los más indefensos, necesitados de apoyo y orientación y de los marginados, es indispensable querer escuchar la Palabra con sinceridad como lo que es: Palabra del Dios de la Vida.
Escuchar con sinceridad la Palabra de Dios significa tener la honesta, sincera, firme y decidida voluntad e interés de ponerla en práctica, aunque, muchas veces, no sea fácil y en más de una ocasión nos sea riesgoso, pues nos lleve a vivir contra corriente y hasta denunciando la inhumanidad de los que no la escuchan porque se sienten acusados por ella y, precisamente por eso, o tratan de desacreditarla o de deslegitimar a los que la anuncian, sirviéndose para ello de los defectos que tengan o los errores que cometen.
Moisés nos hace notar la preciosa riqueza que tenemos; pero no debemos manipularla, sino valorarla
Los mandamientos son un verdadero don de Amor. Vivirlos de verdad nos da libertad y sabiduría.
Pero el vivir los mandamientos, verdadero don de Amor, debe ser algo honesto y concreto en el ahora
Dios, Padre Bueno, es el Dios de la vida para todos los pueblos, por eso nos habla. Nosotros lo sabemos y nos toca proclamarlo y explicitarlo con las actitudes de nuestra vida y las palabras que lo explican.
Desde lo profundo del corazón se define la vida de Fe; las normas sólo valen si llevan a vivir la Palabra
Jesús nos habla del verdadero sentido de la Ley y de nuestra responsabilidad ante las malas actitudes. Cumplir normas no redime un corazón desviado de Dios, pues es éste el que define a la persona.
Se nos llama a la fidelidad a la Palabra que nos habla de conversión y honestidad de vida.
La pureza de nuestra vida se define en la forma de vivir lo que Dios nos pide más allá de las normas.
Pidamos a María vivir más honestos, atentos, dóciles a la Voluntad de Dios, presente en la Palabra.

domingo, 17 de junio de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI
El Señor, en su Amor incondicional, es el que hace madurar la vida en toda la realidad: Él nos pide que siempre trabajemos serenos y oremos confiados
Ez. 17, 22-24:   "Así dice el Señor: «Yo... tomaré... de un gran cedro... un brote de las más altas ramas y lo plantaré... en la montaña más alta de Israel. Él echará ramas y producirá frutos. Y se convertirá en un magnifico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él... Y todos... sabrán que yo, el Señor, humilló al árbol elevado y exalto al árbol humillado... Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré»".
Salmo: 91:        "Es bueno dar gracias al Señor"
2Cor. 5, 6-10:   "...ahora caminamos en la Fe y todavía no vemos claramente... Sí, nos sentimos plenamente seguros, por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor: sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarle. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, según sus obras,... lo que mereció durante su vida mortal".
Mc. 4, 26-34:    "Jesús decía a sus discípulos: «El Reino de Dios se parece a un hombre que echa su semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. La tierra, por sí misma produce... Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz porque ha llegado el tiempo de la cosecha... ¿Con qué podremos comparar el Reino de Dios? Se parece a un grano de mostaza... es la más pequeña de las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más alta de las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra»... No les hablaba sino en parábolas, pero a sus discípulos, en privado, les explicaba todo".
¡Cuántas veces la realidad parece decirnos que los esfuerzos que hacemos, sobre todo en el campo de la evangelización y formación de la Comunidad cristiana hoy en día, no sirven para nada o muy poco!
Rara vez los padres, y menos los educadores, logran constatar la grandeza que forman en aquellas personas que Dios les confió. Pero no olvidemos que todos los movimientos más valiosos en la persona se dan en el núcleo de ella y ahí solo habita uno que la conoce bien: Dios. Nosotros mismos no pocas veces nos desalentamos porque creemos no conseguir casi nada de lo que nos proponemos a profundidad.
Sólo la Fe nos permite avanzar con serenidad y es por la seguridad del Amor Providente de Dios. Él jamás abandona a sus hijos, todo ser humano, pero trabaja por dentro y en el silencio del día a día.
El cuerpo –lo material– muchas veces engaña; lo bueno, como la maduración, no suele hacer ruido y avanzan en la sombra del pequeño paso, del gesto anónimo, del sencillo servicio diario, de la escucha.
Dios es tan poderoso que no impone ni su presencia ni su acción, para que su propuesta pueda ser aceptada en la libertad más plena posible. Se hará notar cuando Él así lo desee para nuestro bien especial.
La serenidad de una persona depende, sobre todo, de su vida interior, de su Fe, de su confianza en lo que está viviendo en la profundidad de su ser. Con esto firme, todo lo demás puede sacudirse o, incluso, derrumbarse, pero ella se mantiene en paz interior. Sabe que su vida tendrá buen resultado, pues tiene buenas bases, usa buen criterio y sigue un buen camino, que el mismísimo Dios acompaña.
Dios actúa engrandeciendo siempre todo lo que queda bajo su cuidado, por humillado que esté
El profeta-sacerdote vive el doble desastre de su pueblo: destrucción y destierro. Con todo, Dios le invita a proclamar que el Señor va a hacer la maravilla de exaltar a su Siervo, el más humillado por todos.
Está hablando del Cristo, de la dinastía de David, clavado en el Gólgota, pero exaltado al máximo.
Vale la pena confiar en quien se preocupa personalmente de nuestra grandeza y nos apoya para lograrla
Nos dice san Pablo que estamos siempre en tensión: vivimos en Cristo, en su Comunidad, pero no todavía definitivamente con Cristo, que es lo mejor. Muchas cosas nos limitan, pero Dios es fiel.
Lo que nos debe importar es serle fieles de palabra y de obra, pues Él es el criterio único de éxito.
Ser como Cristo: eso es ser cristiano. Él premiará, ya ahora, nuestra fidelidad con su Felicidad.
Los frutos de nuestra vida están en las manos de Dios, sí; pero Él cuenta con nuestro trabajo y esfuerzo
Nada le importa más a Dios que la salvación de cada uno de sus hijos, cada persona humana: se encarnó para que lo sintamos en nuestra propia carne y hueso: dio la vida por cada uno y se quedó como Comunidad que anima, sirve y celebra, como Palabra que orienta y como Pan de Vida que alimenta.
Aunque parezca que nada avanza: el Amor de Dios no se detiene jamás, hace que todo madure. Nuestra labor es sembrar siempre, sin cesar; todo lo demás lo hace Él, en la persona y en la Comunidad.
La obra de Dios, infaliblemente, es engrandecedora de todo lo que se le confía, por pequeño que sea.
Pidamos a María vivir, como ella, confiados en el Señor y trabajando según su Voluntad de vida.
Parecería que este domingo el Señor nos quisiera decir: "¡No teman: Yo estoy, aquí, con Uds., y su éxito está garantizado, si me dejan caminar con Uds. y están dispuestos a seguir mis caminos, pues son los mejores: Yo hago siempre, y con todos los que se me confían, maravillas!" Los santos son personas comunes, con las cualidades de todos nosotros, que se fiaron del Señor.
"Haz todo lo que puedas, que Yo haré todo lo que sé", nos invita el Señor de la Vida.
Sembramos, Él hace crecer y madurar; cosechamos, Él ofrece, a manos llenas, los frutos cosechados.
Ni nuestro es el fruto, ni nuestro es el mérito del crecimiento; nuestro es solo el esfuerzo y la confianza y esto es todo lo que podemos dar. Cada uno a lo suyo: Dios, lo profundo y vital y nosotros, lo efímero, pero necesario; y, uniendo las dos vertientes de la vida, la tenemos completa y las obras resultan maravillosas, por eso Pablo vive con plena confianza, pues el Señor no falla.
Cuando Él llama y pide es porque sabe muy bien que podemos salir airosos del esfuerzo.
Lo que Dios nunca hará, para no humillarnos ni maltratarnos, es sustituirnos... Prefiere permitir que caminemos hacia el fracaso, que constantemente nos llamará a evitar y nos enviará a muchos que nos ayuden y enseñen a sortearlo, antes que sustituirnos en nuestras tareas personales y sociales, pues ésas nos gritan y hacen patente nuestra dignidad y la dignidad de toda persona humana, maravillosa obra de Dios.
Confiemos en el Señor, pero no dejemos de trabajar y orar para que siempre y en todo caminemos según la Voluntad del Señor de la Vida, para que todos tengan vida y la tengan en digna abundancia.
Dios nos acompaña siempre y nos pide colaboremos con Él para participar en la gozosa gloria de sus obras.
Dios nos bendiga a todos. 
María nos enseñe a vivir según la Voluntad de Dios, lo más grande que el ser humano puede vivir.
Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:
P. José Mª Doménech SDB  

sábado, 7 de abril de 2012


                PASCUA DE RESURRECCIÓN
El triunfo de la vida en Cristo Jesús nos asegura que nuestra vida tiene sentido permanente y final feliz si la confiamos al Padre y su Plan
Hch. 10, 34a.37-43:   "...«Ya saben lo que ha pasado últimamente en todo el país de los judíos, comenzando por Galilea... Me refiero a Jesús de Nazaret... pasó por todas partes haciendo el bien y dando la salud a todos los que estaban bajo el dominio del demonio por que Dios estaba con Él... lo mataron colgándolo de una cruz... Dios lo resucitó al tercer día... Él nos ordenó que predicáramos al pueblo... Todos los profetas dan testimonio a su favor... quien cree en Él recibe el perdón de sus pecados en su nombre»".
Salmo 117:                  "Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él".
Col. 3, 1-4:                   "Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo... su vida está escondida en Dios juntamente con Cristo..."
(O bien) 1Cor. 5, 6b-8:   "...ahora que Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado. ...celebren la Pascua cada día... viviendo con sinceridad y verdad."
Jn. 20, 1-9:                   "María Magdalena se fue al sepulcro muy de mañana... Se regresó corriendo para decirle a Pedro: «Se han llevado al Maestro...» ...salieron corriendo al sepulcro... llegó Pedro..., entró al sepulcro y vio... hasta aquel momento no habían entendido que, según las escrituras, Jesús tenía que resucitar de entre los muertos".
La Pascua del Señor es la solemnidad de las solemnidades, ninguna fiesta cristiana está a su nivel, ella da sentido a todas las demás fiestas. Por eso tiene la más larga preparación.
¡El Señor ha resucitado, como anunciaron las Escrituras! Es un día grande para todos. Es el Día de la Nueva Humanidad. ¡El hombre puede ver a dónde le lleva obedecer al Padre!
Dios nos llama a vivir como resucitados, dadores de vida. Sólo así el mundo podrá creer.

Dios nos tiene siempre presentes: al entregar a su Hijo, pensó en nosotros desde su Amor

Pasó por el mundo haciendo el bien y sanando a los que estaban oprimidos por el mal. Perfecta descripción del apóstol Pedro al referirse a Jesús. Toda la vida del Maestro fue un estar atento a la Voluntad del Padre para llenar de vida y alegría a los que le rodeaban y así responder a su angustiosa necesidad de liberarse del mal, sea físico, psíquico, moral o religioso.
No hemos nacido para la esclavitud, para ninguna de ellas, pues todas tienen siempre graves repercusiones no sólo personales, sino que marcan y degradan el ámbito social.
La peor esclavitud es la del pecado, pues, por un lado, de algún modo, nos complace y, por otro, siempre nos va degenerando. No darnos cuenta es signo de que estamos en proceso de creciente esclavización. La gracia de Cristo nos llama a reaccionar: al no haber nacido para esto, nos sentimos mal y buscamos una salida. Cuanto más tardamos, más nos enfermamos.

Ante el Amor de Dios, Comunión Trinitaria, la Vida tiene la última palabra, no el pecado

Pero vivir en el pecado es darle poder. Es naturaleza propia del mal vivir de la importancia y atención que nosotros le demos: a mayor atención e importancia práctica, mayor poder.
Dios nos libera llamándonos a fijarnos sólo en Él, que resucitó a su Hijo de entre los muertos, y a nosotros nos invita, una vez más, con el don de su Espíritu, a vivir aceptándolo como Padre, como lo vivió Jesús, el Hijo del hombre, el hombre cabal, en quien se cumple plenamente el Plan del Padre. Hombre libre que vivió, y vive, liberando la vida al dar su vida.
El pecado es creación del maligno y desea destruir la obra exitosa de la Comunión Creadora-Salvadora-Santificadora, de Dios: Él nos enriquece con la Providencia de su Gracia.
Quien busca aprender a obedecer al Señor de la vida, tendrá en Él vida y futuro eterno.
Jesús nos llama a vivir libres y felices, ¡como resucitados! Sólo así invitamos a otros a creer
Vivir como resucitados es vivir en la sencillez de ir siempre al Señor para seguirle.
Este estilo de vida es capaz de renovar el mundo sin hacer ruido, pero con suma eficiencia, como la levadura, capaz de ir más allá y superar todo límite y esclavitud, sobre todo la del pecado: cada generación hace su camino y en cada generación reconocemos los esplendorosos éxitos de Dios, el Padre Providente, el Hijo Fiel y el Espíritu Renovador en Santidad.
Pedimos a María nos ayude a vivir todos los días como resucitados, esparciendo a nuestro alrededor el Perdón y la Paz que Jesús nos confió con su Resurrección.

domingo, 25 de marzo de 2012


CICLO B – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO V
Dios siempre busca nuestra grandeza: es, fue y será el fin de su Alianza; pero no nos la puede imponer, es también nuestra responsabilidad
Jr. 31, 31-34: "Llegarán días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva alianza con la casa de Israel y la casa de Judá... Ésta es la alianza que estableceré con la casa de Israel...: pondré mi ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo... todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado".
Salmo: 50:     "Crea en mí, Dios mío, un corazón puro".
Hb. 5, 7-9:      "Cristo dirigió, durante su vida terrena, súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas a aquél que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió, por medio de sus propios sufrimientos, qué significa obedecer. De este modo, Él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación para todos los que le obedecen".
Jn. 12, 20-33:          "Había unos griegos que... se acercaron a Felipe... y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús»… se lo dijeron a Jesús. Él respondió: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tenga apego a su vida, la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna... Mi alma ahora está turbada ¿Qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!» Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volverá a glorificar»... Jesús respondió: «...Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto, sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí»."
La Alianza de Dios es siempre la misma, pues su plan jamás cambia: la grandeza personal de cada ser humano, sin discriminación alguna: ¡que cada uno sea como Dios! Pero, como la persona tiene etapas de maduración, así se va presentando la Alianza: al inicio, ‘¡vive!’; con Abraham, ‘¡sé mi familia!’; con Moisés, ‘¡hazme caso!’; y, por fin, en Cristo, ‘¡sé como Yo!’
La nuestra es historia salvífica: diálogo continuo de Dios y el hombre para la grandeza de éste. Dios desea que toda persona le tome en serio, para que goce de la Salvación, pues se desvió.
Toda desviación trae no sólo desconcierto personal, sino también social; interior y exterior. El dolor que genera no viene de Dios, pero, en Cristo, Él lo asume personalmente para superarlo destruyendo su causa: la rebelde desobediencia, la sinrazón de la soberbia... el pecado.
La hora de Jesús, es la hora de la gloria de Dios y del hombre: Dar su vida para dar Vida.
El enemigo del hombre lo cierra en sí mismo. El amigo del hombre le invita a abrirse a la Vida. Toda vida debe abrirse a la maravilla de un Amor que, entregándose, le atrae y le llena de Vida Nueva. La Alianza se hace carne de Vida eterna en el Amor que se entrega para siempre.
La Alianza Nueva no supera, sino que pone plenitud a todo el diálogo de Amor llevado por Dios
Jeremías, unos 600 años antes de Cristo, ve el final de la historia, porque ha llegado, por el Espíritu, a sentir el corazón materno de Dios, que no cede al ver a su hijo tercamente encerrado.
No bastan las normas externas: el corazón debe impregnarse del espíritu que llevó a Dios, el Padre y creador, a darlas. Es necesario conocer a Dios en su mismo corazón. ¡Ésa es la tarea!
Jesús nos abre, con el don cruento de su vida obediente, a la libertad de ser hijos como Él
Jesús, en su horrible dolor, nos guía y nos abre al éxito en la tarea de conocer a Dios: vivir en Él para conocerlo; crecer en su pasión de Amor oblativo en obediencia sincera y humilde.
Jesús, abierto a todos, se inmola por todos: sufre la muerte y glorifica al Padre con su entrega
A nadie le gusta sufrir. El dolor, de por sí, produce rechazo; pero Jesús nos muestra que puede tener un sentido: dar vida. A eso llegamos, si aceptamos ofrecer lo vivido, aunque duela.
Jesús no fue un súper-héroe, sino una persona común. No nos salvó su muerte como tal; sino el don generoso de su vida en obediencia al Padre, superando el temor y angustia que sufrió.
Pidamos a María aprender cada día a dar la propia vida, atentos a lo que Dios nos pida.