Novena de María Auxiliadora 2011

Radio Salesiana Piura

Don Bosco en la TV

Don Bosco en la TV

sábado, 29 de enero de 2011

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO IV

Solo la sencillez y humildad abre el camino a la Salvación y a la Vida Nueva que nos lleva a la Comunión con Dios y con los hombres

So. 2, 3; 3, 12-13: "Busquen al Señor… Busquen la justicia… la humildad… Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde… no cometerá injusticias, ni hablará falsamente…"

Sal. 145: "Felices los que tienen alma de pobres".

1Cor. 1, 26-31: "Tengan en cuenta quiénes son los han sido llamados: no hay entre Uds. muchos sabios, humanamente hablando, poderosos ni nobles… Dios eligió lo que el mundo tiene por necio…; por débil…; por vil y despreciable, y lo que no vale nada… Nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por Él, Uds. están unidos a Cristo Jesús, que… se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, santificación y redención… ‘El que se gloría, que se gloríe en el Señor’".

Mt. 5, 1-12a: "Seguían a Jesús grandes multitudes… subió a la montaña, se sentó… tomó la palabra y comenzó a enseñarles: «Felices los que tienen alma de pobres,… los afligidos,… los pacientes,… los que tienen hambre y sed de justicia,… los misericordiosos,… los que tienen el corazón puro,… los que trabajan por la paz,… los que son perseguidos por practicar la justicia,… Felices Uds. cuando sean insultados y perseguidos,… se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense… tendrán una gran recompensa en el cielo…»".

¿Qué es la pobreza?, ¿qué es la humildad?, ¿qué es la justicia?, ¿qué es la sabiduría?, ¿qué es el poder? Preguntas importantes, pues responderlas equivocadamente, como, de ordinario, muchos hacen ahora, trae consigo muchos sinsabores y desgracias.

Si Dios es el Todopoderoso y no solo no impone ni destruye, sino que crea, mantiene y desarrolla la toda vida respetando lo que cada realidad es y la libertad de la que es capaz, el poder tiene que ver con el respeto, el conocimiento y el capacidad de estimular el desarrollo de la vida en paz, con dignidad y favoreciendo la maduración de todo lo positivo de cada realidad.

Pobreza es indigencia profunda del propio ser, que, enfrentada evangélicamente, se convierte en actitud de confianza y abandono total, responsable y colaborador con el Amor del Padre Providente, siempre atento a nuestra realidad y objetivas necesidades.

Humildad es objetividad, realismo y sencillez. No negar el bien, pero asumir sólo el mérito justo, reconociendo el bien recibido y agradeciéndolo con actitudes dadoras de vida.

Justicia es dar a cada uno la vida y dignidad que le corresponde y a la que tiene derecho, no por lo hecho o conseguido, sino por lo que es y puede ser según el plan de Dios.

Sabiduría sería pensar, juzgar y decidir de acuerdo a lo que Dios piensa de cada realidad, más allá de lo que, en cada momento o época, sea costumbre o moda.

Dios nos invita a no engañarnos y buscar lo que nos llena de vida y favorece el desarrollo

La conquista asiria lleva al pueblo a darse cuenta de su profunda pobreza con sus continuas infidelidades y a percibir que volver y fiarse del Señor es única Salvación

Dios le ama y siempre ha demostrado ser fiel a la Alianza.

La soberbia lleva a la muerte del futuro de gloria que Dios ha pensado para ellos, pues hace a la persona incapaz de percibir la verdad y le imposibilita de recibir el bien que se le da.

El alma de pobre nos permite recibir con actitud de fecunda responsabilidad el don de Dios

Pablo ayuda, a los socialmente ‘nada’ de Corinto que han aceptado la Fe, a darse cuenta de que su riqueza es Cristo. Él los ha elegido para humillación de los que se creen grandes, fuertes, libres y sabios, pero lejos de Cristo.

Descuidar la Salvación que nos ofrece el Padre en el Hijo, es no reconocer la propia pobreza y quedar no solo atrapados en ella, sino engañados por sus apariencias de grandeza.

Creer no necesitar la salvación de Dios en Cristo es estar mortalmente en la miseria.

El Evangelio no es magia, pero nos abre a las maravillas de Dios: Él nos engrandece.

Las Bienaventuranzas proclaman el Reino de Dios, que en Jesús salva a quienes lo esperan todo de Dios y están dispuestos a recibirlo, aun con riesgos. Él se nos da primero y gratis.

Muestran la actitud del que, siempre abierto, sigue a Cristo, como eje de su propia vida.

Pidamos a María ser cada día más abiertos y dóciles ante los dones cotidianos de Dios.

Hoy es el domingo de la invitación a ser personas felices sabiendo recibir los dones de Dios sin apropiárnoslos, sino agradeciéndolos y valorándolos con todo lo que implican de responsabilidad personal.

Ningún don de Dios es una ventaja de la que nos podamos enorgullecer como si en ello tuviéramos algún mérito propio: el único mérito es del quien nos lo ganó: Jesucristo. Es por esto que san Pablo nos dice que «quien se gloríe que se gloríe en el Señor».

Podríamos hacernos una pregunta nada rara: ¿El poder y la riqueza alejan de Dios?

La respuesta es clara y contundente: en sí mismos, no. Absolutamente, no.

Tenemos poderosos santos; que han sido puestos, después de serio examen, como modelos de reyes, políticos, abogados, etc... personas con poder que vivieron generosa y dócilmente abiertos a la Voluntad de Dios.

También los hay que contaron mucho dinero y lo supieron administrar para el bien de muchísimas personas y no lo malgastaron, sino que con él beneficiaron a muchísimos y, directa e indirectamente, educaron y educan a una multitud.

Por tanto el dinero y el poder, en sí mismos, son instrumentos. La responsabilidad es de quien los usa.

¿Qué es, entonces, lo que nos separa de Dios?

La soberbia. Eso es lo que nos distancia de Dios y de las personas que nos rodean.

El soberbio no escucha, ni obedece, ni se abre a otros, pues cree no necesitar mayor orientación, ya que cree tener, saber y poder todo lo que le es necesario... ¡Así es como se cierra e hipoteca su su futuro a la nada y al fracaso!

Jesús nos dice que el Reino de Dios es de los que se saben pobres, básica y sustancialmente pobres, y esperan de Dios y de los hermanos la riqueza más grande, la que los libera de sí mismos y los abre a las riquezas de los demás, sobre todo del Amor de Dios. Es por eso que viven dispuestos, saben sufrir no solo con paciencia, sino haciendo el bien, comprendiendo, luchando contra toda malicia e impureza, dando paz y soportando las injusticias sin caer en la constante tentación de hacer algo similar.

Estas actitudes liberadoras, que nos llevan a la más profunda madurez, son, por desgracia, despreciadas por los 'sabios', los soberbios y los que se creen poderosos. Las consecuencias de este desprecio las pagan todos los que les rodean y, al final, también caen sobre ellos mismos con el muy real y pernicioso riesgo de vivir por siempre en su propia miseria y en un mundo miserable en el que priman las actitudes prepotentes de los que mal usan su poder y riqueza atormentando toda existencia que a ellas se entrega.

No es, ni fue jamás, éste el plan de Dios, que es Padre Providente: Él solo pensó y nos creó para la paz, justicia, amor y felicidad eternos, por eso las deseamos y, desde siempre, todos los verdaderos sabios de todos los pueblos las desean y buscan. Dios está de parte de todos ellos: ése es su Reino. En ello el mismo Cristo nos guía con su Espíritu.

Que Dios nos bendiga cada día y nosotros nos abramos a la Vida Nueva que nos presenta Jesús.

María es un verdadero modelo de esta pobreza enriquecedora y Don Bosco la supo imitar y confiarse a su magisterio.

¡Feliz fiesta de Don Bosco para todos!

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Doménech SDB

sábado, 22 de enero de 2011

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO III

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO III

La decisión de convertirse y seguir al Señor ahora, ofrece la Luz de la Salvación y la Unidad a los que aceptan la presencia de Dios

Is. 8, 23b-9, 3: "…en el futuro el Señor llenará de gloria la ruta del mar, al otro lado del Jordán… El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz… Tú has multiplicado la alegría… porque el yugo que pesaba sobre él… lo has destrozado…"

Sal. 26: "El Señor es mi Luz y mi Salvación".

1Cor. 1, 10-13.17: "Yo les exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan de acuerdo… vivan en armonía… ¿Acaso Cristo está dividido?... Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia".

Mt. 4, 12-23: "Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea… en los confines de Zabulón y Neftalí… vieron una gran luz… comenzó a predicar así: «Conviértanse porque el Reino de los Cielos está cerca». Caminando a orillas del mar, vio a dos hermanos… les dijo: «Síganme, y los haré pescadores de hombres»… Inmediatamente ellos, dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron…"

La luz artificial, la electricidad, nos permite hacer gran parte de las cosas que hacemos. Hoy en día son pocos los que tienen experiencia cotidiana de la oscuridad en su vida. Los esfuerzos tecnológicos para lograrlo son inmensos y en desarrollo constante. Si nos faltara la electricidad casi necesitaríamos volver a aprender a responder a muchas necesidades ordinarias.

Solo la claridad nos permite tomar decisiones serenas. La comprensión de la realidad que nos atañe, verdadera luz, nos da capacidad de afrontar los problemas, sin desconciertos ni miedo a graves disparates; aunque siempre, con humildad, debemos tener presente la posibilidad de un error, pues ésta, sin la luz necesaria, se hace mucho más real y temible.

Nuestro mundo vive en el desconcierto y la angustia, ante una realidad cada vez más insegura porque los adoradores del dios poder-riqueza lo buscan y le obedecen sin piedad ni prudencia. Buscan soluciones, pero despreciando la Verdad e ignorando el pasado y el futuro.

Jesús nos llama a seguir su luz y a aprender a construir con Él la Comunión hoy y aquí.

Él nos da la paz y nos enseña a ser libres porque en Él encontramos la Verdad sobre nuestra realidad personal y social y Él sabe cuál es el futuro real. Él nos habla con hechos.

No hay ninguna realidad perdida, salvo la que se cierre a los dones de la salvación de Dios

En Galilea, el judaísmo se había corrompido por la mezcla con la mentalidad pagana y sus criterios de vida. El que Jesús predique el Evangelio primero en su tierra lleva a Mateo hacer notar que la profecía de Isaías, en su momento dirigida a los desterrados en Asiria, se estaba cumpliendo en ese momento y mucho mejor que cuando los desterrados supieron su liberación.

¡Cuántas de nuestras realidades de vida se enturbian al dejar de lado la constante formación y alimentación de nuestra Fe, que estamos llamados a vivir con creciente profundidad!

La presencia de Jesús entre nosotros es cierta y permanente. ¿Nos dejamos iluminar?

La tecnología no para porque quiere ofrecer cosas mejores. ¿Qué ofrecemos nosotros?

La Comunión en nuestras comunidades es un signo seguro de la Presencia de Dios-Salvador

Desde un principio, la Iglesia ha tenido problemas respecto a la Comunión en la Comunidad. Ésta es una realidad que muestra la profundidad de nuestra Fe y su fundamento.

Las divisiones vienen, básicamente, por centrar la atención, no en Cristo, sino en otras realidades a las que damos más importancia que a la meditación y obediencia a la Palabra.

El Apóstol muestra lo absurdo de la situación que creamos y lo contradictorio con lo que decimos creer, por eso llama a volver a la sencilla cordura de la Fe y, en ella, a la unidad.

En estos tiempos de obediencia tecnológica nos cuesta aceptar la obediencia de la Fe.

La predicación de Jesús llama a la decidida conversión para la Vida Nueva: seguirle es vital

Jesús comienza su misión en Galilea, región muy paganizada, y llama a la Conversión.

La llamada de Jesús es presentada como un imperativo vital. Quien le sigue se convierte. Seguirle es mucho más que admirarle o escucharle, es dejarlo todo para centrarse en Él.

Los discípulos, al seguirle y aprender a vivir su ministerio, inician el camino a la Iglesia.

Pidamos a María seguir la Luz de Jesús cada día en la atención, humildad y obediencia.

Después de haber meditado sobre la realidad del Bautismo y lo que implica para todos los discípulos de Jesús, así como lo implicó para el mismo Jesús, ahora se empiezan a sacar consecuencias.

No nos bautizamos para pertenecer a una religión determinada, aunque socialmente eso no deje también de ser real

Es mucho más:

Bautizarnos implica entrar en un personal camino de conversión para vivir en fidelidad a la Voluntad de Dios, al que hemos aceptado como nuestro Padre personal porque lo es, por habernos creado personalmente, y porque así nos lo ha mostrado el mismo Cristo Jesús, a quien aceptamos como nuestro Maestro y le seguimos, fiándonos y alimentándonos de Él. Él es el Hijo Unigénito de Dios, su Padre, y es Dios como Él, al igual que el Espíritu Santo que Ellos nos dan en el Bautismo.

Pero el Bautismo no solo implica esto: camino de conversión, que lo es. Sino que manifiesta que aceptamos unirnos e insertarnos en una Comunión muy superior a nosotros: la de la Santísima Trinidad que, por Cristo y en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, en la historia humana, convoca a una Comunidad de creyentes fieles a la Voluntad de Salvación de Dios, como Jesús, para que exprese, anuncie e invite a participar en esta Comunión-Salvación a toda la humanidad: la Iglesia Apostólica. Ésta, nacida en Jerusalén, por la acción del Espíritu, según la Voluntad del Padre y la Salvación permanente del Hijo, se va expandiendo por todo el mundo, a pesar de sus grandes defectos, debilidades, desconciertos y persecuciones porque le mueve el Amor de Dios y actúa en ella el Poder de Salvación de la Palabra que convoca y orienta, de los Sacramentos que salvan, sanan, alimentan, y consagran al servicio por y para el Amor, y de la Comunión Divina en la Comunidad cristiana que testifica y hace historia la Salvación del Señor y Dios de la Vida en la Verdad para el Amor que nos lleva a la Felicidad eterna, que toda persona humana desea desde el fondo de su ser, pues para eso fue creada.

Eso estaba en el fondo de los domingos que nos han precedido.

Este domingo se nos dice que nuestra misión es ser luz, como Jesús, a favor de todas las naciones, pero que, para eso, debemos tomar dos actitudes: convertirnos, pues si no lo vivimos destruiremos la Comunión de la Comunidad y no seremos la luz que debemos, y seguir a Jesús con decisión indivisa y perseverancia incansable; Él nos llevará por auténticos caminos de Fidelidad a la Voluntad del Padre, haciendo de nosotros verdaderos pescadores de hombres.

Siempre estamos en lo mismo: Dios salva, pero nosotros decidimos.

Nuestras divisiones no están causadas por otra cosa que por nuestras soberbias y constantes condenas interiores, y hasta exteriores, de los demás, sin que seamos igual de exigentes para con nosotros mismos en nuestro deber de fidelidad a la Voluntad de Dios. Si no hay obediencia en la Voluntad salvífica del Padre, no hay testimonio que valga y nuestras catequesis o prédicas se quedan en palabras sin la Savia de la Vida y del Amor Salvador que les da fecundidad.

El Bautizado o es un caminante tras las huellas de Jesús o es un necio soberbio convencido de que todos, o casi todos, deben parecerse a él, pues él rara vez se equivoca: los que se equivocan son los que no piensan como él... ¿No es el mismo problema que dividió la Comunidad cristiana de Corinto? No somos muy diferentes, si no nos convertimos al Señor Jesús ya ahora siguiéndole como los apóstoles, al costo que sea.

Pidamos a María, ser luz de las gentes, pues en nosotros dejamos brillar y alimentamos la Luz de su hijo Jesús, el único Maestro de todos.

Dios nos bendiga a todos los días de nuestra vida para que le seamos cada día más humildemente fieles.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Doménech SDB

domingo, 9 de enero de 2011

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – BAUTISMO DEL SEÑOR (TO - DOMINGO I)

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – BAUTISMO DEL SEÑOR (TO - DOMINGO I)

Dios, nuestro Padre, busca nuestro bien y vida. Para ello envía a su Hijo, encarnado en Jesús; es lo justo y por eso lo unge con su Espíritu

Is. 42, 1-4.6-7: "Así dice el Señor: «Éste es mi servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma… Yo, el Señor, te llamé en la justicia…, te formé y te destiné a ser alianza del pueblo y luz de las naciones..."

Salmo 28: "El Señor bendice a su Pueblo con la Paz".

Hch. 10, 34-38: "…Verdaderamente ahora comprendo que Dios no hace discriminación de personas, y que en cualquier nación, todo el que le teme y practica la justicia le es agradable. Él envió su Palabra al pueblo de Israel… por medio de Jesucristo… Uds. ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo de Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo… Él pasó haciendo el bien… porque Dios estaba con Él".

Mt. 3, 13-17: "Jesús… se presentó a Juan para ser bautizado… Juan se resistía… Pero Jesús respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo»… Apenas fue bautizado… los cielos se abrieron y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma… Y se oyó una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección»."

La presencia de Jesús entre el pueblo que se reconoce pecador para convertirse al Señor de la Vida y la Paz, perturba a Juan; pues éste mira las cosas desde su concepción del Mesías, todavía no purificada por la presencia salvífica de Dios, el Padre de los cielos, en Cristo Jesús.

Dios trae la paz a todos, no solo a los que le reciben y aceptan, como su Salvador, en actitud piadosa, es decir, reverente y dispuesta a la obediencia desde el Amor-Temor del Señor.

La experiencia de Pedro es contundente: Dios ama a todos sus hijos y no excluye a nadie, aunque no a todos elige para que sean sus testigos, luz y sal, en medio del mundo. Nosotros, en el bautismo, hemos sido elegidos, al haber recibido la vocación cristiana, pero no basta el bautismo, es necesario reconocer que nuestra vida necesita una urgente y constante conversión. ¡Ay de los que se creen buenos: son un peligro para todos, sobre todo, para ellos mismos!

Dios nunca deja a sus elegidos, los llama, los anima, los purifica para que testifiquen.

La primera elección del Pueblo de Israel fue para que testificara la Sabiduría salvífica de Dios

La elección de Dios jamás se ha detenido: eligió a la persona humana, pero le falló; eligió a Abraham y a su ‘pueblo’ y éste no siempre entendió su responsabilidad. Eligió a Jesús, quien, educado en la escucha obediente al Padre, comprendió, asumió y entregó la vida renovando a toda la humanidad. Ahora nos elige, en cada generación, a cada uno de nosotros, que necesita ser educado en la Fe con la escucha dócil y dispuesta; debemos aceptar la vocación y misión y debemos dar la vida para renovarla hasta la plenitud infinita en Dios: nuestra vocación.

Sólo esta actitud es beneficiosa para toda la humanidad que nos rodea y observa.

Dios no separa buenos y malos, jamás se distancia, pero pide obediencia y disponibilidad

Pedro vive una dura experiencia; culturalmente, diríamos, casi traumática. Deberá dar un paso, empujado por el Espíritu, de apertura que nunca hubiera pensado: no era posible en la mente judía. La Fe es para todas las personas de buena voluntad: Jesús ya había actuado así.

La universalidad de Cristo no había sido todavía asimilada por los discípulos y ésta será una experiencia que siempre costará asumir a muchos.

A lo largo de toda la historia de la Iglesia esto se va repitiendo, aunque a niveles diversos de maduración, que superan los anteriores.

Lo justo en la vida cristiana es que nos reconozcamos pecadores y busquemos la conversión

No fue fácil para Juan asimilar la presencia y figura del Mesías, pues rompía sus esquemas, y esto que era hombre de Fe robusta, de probada fidelidad al Señor y Dios de Israel.

Ver a Jesús entre los pecadores fue normal para la gente del pueblo, no para Juan. Pero no hay otro camino de salvación que vivirse pecador, asumir el duro y a veces rebajado nivel de Fe del propio pueblo, no distanciarse de él, para caminar con él hacia el Padre que nos salva.

Jesús, habituado a escuchar al Dios de Israel, entendió a su Padre y secundó sus planes.

Pidamos a María ser hijos de Dios como Jesús: dóciles a la voz de Dios y en conversión.

Hemos llegado, con la celebración del Bautismo del Señor, al final del tiempo de navidad y, al mismo tiempo, en este día, iniciamos el tiempo llamado ordinario.

¿Qué significa esta celebración? ¿Qué realidad nos está ayudando a comprender?

Creo que nuestro propio bautismo y sus inevitables exigencias y, por tanto, responsabilidades.

Con el bautismo del Señor nace el que después será, con la Resurrección del Señor, el sacramento del Bautismo en el nombre de Jesús o en nombre de la Comunión Trinitaria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como lo presentan Marcos y Mateo.

Desgraciadamente, bajo la nada feliz mentalidad de "cristianismo social", demasiado se ha dejado de lado la comprensión cabal del Sacramento del Bautismo.

Demasiados creen que porque una familia se declara cristiana-católica, ya tiene derecho a bautizar a sus hijos, sobre todo si son amigos de la parroquia o de un sacerdote o tienen conocidos influyentes en ella; aunque los padres, como personas y padres de familia, no vivan su Fe, no a su modo, como tantos lo declaran abiertamente, sino alimentándola con la honesta oración personal, familiar y eclesial; con la escucha atenta de la Palabra de Dios en la Comunidad en la que el Señor les ha puesto e integrado, pues es en ella donde Dios, nuestro Padre, el Padre de Jesús, desea hablarnos y educarnos en la Fe que cada día se siente sacudida, cuando no atacada, en los distintos ambientes, no solo por los no afectos al Evangelio, sino también por las crisis a las que nos inducen los anti testimonios de muchos de nosotros, incluidos los consagrados; con la necesaria celebración de la Eucaristía, al menos semanal, y con el compromiso, de algún modo, en la Comunidad de Fe en la que el Señor nos ha insertado.

No tenemos ni clara ni adecuada conciencia de que lo que no se vive no entra en nuestra educación y que la formación que los padres dan es la más profundamente incide en los hijos; pues las otras intervenciones pueden apoyar, profundizar y hasta corregir lo que ellos reciben, pero si los hijos no han recibido nada cristiano en casa, sino solo elementos religiosos, que es lo que muchos solo reciben en casa, cuando llegan al colegio o a la catequesis parroquial, ésta no tiene mucha fuerza, pues, de ordinario, no evangeliza sino que pretende dar catequesis. Pero, para que la catequesis incida, es necesario que tenga una base a profundizar y ésta debe ser la Fe-Vida en Cristo que la familia dio a los hijos, comenzando por el bautismo, pero el bautismo, en sí mismo, no da la Fe, la supone y, apoyado en ella, actúa en la medida de la apertura del creyente o catecúmeno.

Muchos, antes del bautismo, nos han llegado a convertirse de nuestra vida ajena a la Voluntad del Padre y, al bautizarse, muchos creen que se produce casi como un acto de magia, pues gracias al rito lo que estaba alejado o ajeno a Dios se acerca y se purifica sin que intervenga el interesado o quienes son responsables de su camina; pero la realidad no es ésta; no somos cosas, sino personas: como Jesús, debemos reconocernos entre los pecadores dispuestos a transformar la propia vida desde la Voluntad soberana de Dios, es decir, dispuestos a convertirnos por muy duro que fuera y por esto estamos abiertos a la acción de su Espíritu Santo que no sólo nos purifica sino que nos ilumina y fortalece para que la Voluntad del Padre sea, paulatinamente más, la nuestra y se convierta en el único criterio definitivo de nuestra vida, tanto la personal, la familiar, y la propia de la acción social y política que nos corresponde, según situación y habilidades propias.

El bautismo, realmente vivido, nos lleva a la evangelización, pues el Padre no tiene su felicidad en que "nos portemos bien" sino en que vivamos como Él, es decir, que nuestra tensión sea llenar de vida la vida de nuestros hermanos en lo que de nosotros dependa; ya que no depende de nosotros que el hermano acepte el Amor eterno del Padre, que le ha llevado a crearle, ofrecerle la Redención y enviarle al Espíritu Santo para garantizarle una creciente plenitud de Su Vida en él por toda la eternidad.

Dios nos conceda crecer en nuestra conciencia del don inestimable de la Fe y de la Gracia de los sacramentos que la alimentan constantemente, pues esto nos permitirá crecer también en la conciencia de nuestra urgente necesidad de convertirnos cada día, pues cada día Dios nos descubre nuevos senderos y posibilidades del Amor para que seamos cada día más parecidos a Él, nuestro Padre, a cuya imagen hemos sido creados.

Nunca dejo de rezar por Uds. y les suplico no dejen de hacerlo por mí, pues mis limitaciones son profundas y muy amplias.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Doménech SDB