CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XVII
Por Cristo recibimos la Vida de Dios, esto nos abre a la oración cristiana, que debe ser la propia de los hijos: confiada e insistente
Gn. 18, 20-32: "El Señor dijo: «¡Grande es el horror de Sodoma y Gomorra! ¡Terrible es su pecado! Bajaré a ver si toda la ciudad vive según este horror; quiero saberlo» Dos de ellos avanzaron hacia Sodoma y Abraham se quedó en presencia del Señor. Abraham se acercó y dijo: «¿Es verdad que harás desaparecer justos con culpables? Supongamos que en la ciudad solo hubiera cincuenta justos. ¿Los harías desaparecer?... Supongamos que solo hubiere diez». El [Señor] respondió: «No la destruiría en consideración a estos diez»."
Salmo 137: "Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué".
Col. 2, 12-14: "Por el bautismo fueron sepultados con Cristo y con Él también resucitaron porque creyeron en el poder de Dios… Dios les da la vida con Cristo, después de perdonarles generosamente todas las culpas…"
Lc. 11, 1-13: "Un día Jesús oraba en un lugar. Cuando concluyó, uno de los discípulos le pidió: «Señor, enséñanos una plegaria…». Jesús les dijo: «Cuando oren digan: “Padre…”» Después les siguió diciendo: «Si alguno tiene un amigo… y éste le dice: “Préstame tres panes…”… Les aseguro que, si no se levanta para hacerle el favor al amigo, la misma insistencia le obligará… Yo les digo: pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá… si Uds., que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, mucho más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan»."
Los verdaderos padres saben escuchar a los hijos y éstos, cuanto más pequeños son, mejor, saben insistir a sus padres, pues ¡son su papá y su mamá! Realmente esto es un signo de la salud de las relaciones entre ambos. ¿Acaso los padres no gozan, de algún modo, con ello?
Jesús entregó su vida para abrirnos a su Espíritu y llevarnos vivir en la dinámica de la confianza de los hijos de Dios. El hijo sabe bien que el padre le escuchará y le dará lo mejor.
Hoy se nos invita a vivir esta confianza en nuestra comunicación con Dios, nuestro ‘Abbá’: orar con sencillez y perseverancia. La oración cristiana no exige nada, muestra la necesidad y espera la respuesta de la bondad de Dios que, siempre, da lo más conveniente.
Dios respeta nuestra libertad. ¡Y muy en serio! Él desea que oremos desde la vida. Si oramos como hijos, con insistente confianza, Él escuchará como Padre, dándonos lo mejor, que es su Espíritu. Si le hablamos con exigencias prepotentes o con la desconfianza o ignorancia de quien busca convencer, la oración no será tal y no llegará a Dios, pues Él es sólo Padre.
La confianza respeta, sí; pero se atreve a pedir una y otra vez y hasta lo que parece imposible
La experiencia de Abraham con Dios es dura, pues la visita de Dios, en la forma antropomórfica del relato, es para ‘constatar’ la perversidad que vive la comunidad de las ciudades degeneradas. Allí vive Lot, sobrino de Abraham, eso lleva a éste a pedir lo casi imposible.
Abraham humildemente suplica por esta comunidad, apoyándose en la justicia de algunos de sus habitantes. Dios está dispuesto a perdonar a todos por la santidad de alguno.
Cristo nos dio todo lo necesario, para que viviéramos como lo que somos, hijos de Dios
Cristo Jesús también vivió esta experiencia. Él mismo se ofreció como oblación de justicia en santidad para llevar a sus hermanos a la vida creciente, que es la Voluntad del Padre.
Dios nos perdonó por la entrega de su Hijo. Nosotros lo asumimos públicamente en el Bautismo. En él reconocemos a Dios como Padre nuestro y alabamos su Bondad; y, al mismo tiempo, aceptamos la liberación de Cristo, nos unimos a su Comunidad y nos comprometemos a vivir en la Nueva Vida de los hijos de Dios, para la que fuimos creados inmortales.
Es fundamental que vivamos a Dios como lo que es, Padre, y así nos comuniquemos con Él
Quien dice ser cristiano debe aprender, cada día, a vivir a Dios como Padre y confiar en su Voluntad. Para eso Cristo Jesús se quedó con nosotros en los sacramentos, en su Palabra y en su Comunidad. Él nos insiste, a través de sus profetas, para que le escuchemos y le hagamos caso. Esta actitud vital nos llevará a saber orar como hijos, muy conscientes de nuestra poquedad y del Amor del Padre. Ahí nace la sencillez y la confianza de la oración cristiana.
Pidamos a María madurar como hijos amados de Dios y orar al Padre en el amor fiel.
Hay preguntas que denotan un gran desenfoque de la experiencia cristiana de la oración.
Este domingo el Señor desea que entendamos qué es lo importante en nuestras relaciones de oración e intimidad con Dios.
Algunos preguntan: "Pero, padre, ¿es necesario orar?; ¿cuál es el mejor modo para Dios escuche mi oración? o también ¿cuáles es la oración más eficaz?" y otras preguntas que cada uno se habrá hecho o le habrán formulado.
Este domingo la Palabra nos hace notar que Dios, en Cristo, nos dio la Vida Nueva y que ésta fue antecedida por el perdón de nuestros pecados, antes que nosotros lo pidiéramos, como siempre sucede.
Aclaremos: cuando nosotros decidimos (decisión a veces muy difícil y dolorosa) pedir perdón, ése es ya signo de que Dios nos ha perdonado y con ello nos concede la gracia de pedir celebrar el perdón de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, gracia que muchísimas veces nos cuesta aceptar y vivir. El simple hecho de sentirnos espiritualmente mal, no psicológicamente mal, sino "espiritualmente mal", es decir, en la presencia de Dios, con la conciencia de no haber hecho lo que debíamos, según a Él le complace, eso ya es una gracia, un don gratuito de su Amor, que nos toca a nosotros asimilar para actuar en consecuencia.
Éste es parte del contenido del tercer texto bíblico de este domingo, la carta de san Pablo, que ha ido precedido del salmo 137, al que hemos respondido con la confesión de la fidelidad de Dios: "Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué" (invocación que hace referencia a cualquier comunicación con Dios)
El primer texto bíblico que se nos ofrece nos presenta la confianza desmesurada de Abraham como para pedir por las ciudades degeneradas, e insistir a Dios, intercediendo en orden a los justos que pidiere haber. Y Dios se muestra siempre dispuesto al perdón; siempre escucha, siempre cede en su Amor.
El sacramento de la Reconciliación celebra esta actitud de Dios, pero el perdón no comenzó con el Sacramento sino con la paternidad de Dios. Por eso Jesús, al enseñarnos una oración, su oración, nos centra en la Paternidad de Dios y nos quiere hacer entender que nuestra oración será correcta solo si se dirige al Padre y lo hace con la sencilla confianza del hijo, que es la de Jesús, la de Abraham, la de Pablo, la de María y la de todos los santos que existieron y existen a lo largo y ancho de nuestra historia.
¿Es necesario orar? ¡Claro! somos hijos y nos resulta vital comunicarnos con el Padre que nos da la vida y nos la renueva continuamente, pues si no lo hacemos podemos desviarnos y creer que estamos solos. ¡¡No es cierto, el Padre nos ama desde toda la eternidad!! (tal vez nadie nos lo dijo).
¿Cuál es el mejor modo para que Dios nos escuche? ¡Evidente! Hablarle con el cariño y confianza de los hijos, como Jesús, como Abraham, como María...
¿Cuál es la oración más eficaz? La que expresa el abandono más radical a la Voluntad del Padre y la confianza más grande ante su Amor Providente.
No dejemos nunca de orar, así como el Padre no deja nunca de cuidarnos. Orar por los demás, como Abraham y orar por nosotros para no cansarnos de confiar en el Padre que nos Ama.
Les pido una oración especial para mí, que el día 2 de agosto comienzo los ejercicios espirituales, hasta e día 8, para que sepa vivir lo que Dios me regale: siempre son una sorpresa enriquecedora.
Dios nos bendiga copiosamente a todos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Doménech SDB