CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVI
Dios nos pide vivir en justicia, como servidores de la vida de los últimos; no hacerlo es preparar nuestra ruina, sin posibles ‘milagros’
Am. 6, 1a.4-7: "¡Ay de los que viven tranquilos en Sión y de los que se creen seguros en la montaña de Samaría!... pero no se estremecen ante el desastre de las tribus de José. Por eso ahora serán los primeros en las filas de los deportados; así acabará la orgía de los vividores".
Salmo 145: "Alaba al Señor, alma mía"
1Tm. 6, 11-16: "Hombre de Dios, busca siempre practicar la Justicia, la Piedad, la Fe, el Amor, la paciencia, la mansedumbre. Lucha el noble combate de la Fe… Delante de Dios… te exhorto a que guardes irreprensible y sin falta el encargo recibido hasta la manifestación del Señor Jesucristo… A Él honor y el poder para siempre. Amén".
Lc. 16, 19-31: "Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino… Un pobre, llamado Lázaro, lleno de llagas, siempre estaba tirado en su portal… Murió el pobre y… fue llevado al seno de Abraham. También murió el rico y fue enterrado… éste, levantando los ojos, dijo: “Padre Abraham, apiádate de mí…” Abraham le respondió: “…acuérdate que en la vida tú tuviste muchos bienes y Lázaro males; ahora él ha encontrado consuelo y tú sufrimientos. Ten en cuenta, además, que… nadie, aunque quiera, puede pasar ni de nosotros a Uds. ni de Uds. a nosotros”. Dijo el rico: “Tengo cinco hermanos…” Respondió Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas: que les escuchen… si no hacen caso ni a Moisés ni a los profetas, aunque resucite un muerto, no se dejarán convencer”»."
¡Cómo nos gusta que se haga “justicia”!: ¡¡que se cambien las cosas y los que la pasan bien gracias a sus abusos y prepotencias, a veces criminales, ‘gocen’ la desgracia que han hecho sufrir a los pobres con sus inmisericordes injusticias!! ¿Ésa es nuestra justicia?
Esto sucede a veces, pero no es lo ordinario. Cuando se dan ilusorias revoluciones para lograrlo, lo único que se prepara, también con brutalidades, son nuevas prepotencias e injusticias por parte de los antiguos ‘oprimidos’, que deseaban poder ser ricos y no les dejaban.
No son éstos los caminos de Dios. Él nos pide que actuemos como gestores de vida para todos: eso y solo esto es justicia. No se trata de ‘hacer justicia’ sino de vivir en justicia.
Los injustos no saben, o les impiden recordarlo, o se niegan a reconocerlo, que toda injusticia genera la reacción contraria, dirigida contra ellos y con la acusación de la propia conciencia; es decir, para ellos será mucho peor, sin posible consuelo. “Irán al destierro”, dice Amós; “tú, en vida, recibiste bienes”, dice Abraham, en la parábola de Jesús. Por esto Pablo pide a Timoteo, para superar el engaño del mal, “busca siempre practicar la justicia en la Fe”.
La inmisericordia, incluso si está refugiada en lo religioso, trae desgracia para el injusto
Si nuestra supuesta fe en Dios, y su culto, no nos lleva a la misericordia, nos condena. No vale la religión que nos centra en nosotros mismos y acaba trayendo desdicha a los demás.
Al final, el resultado seguro de la injusticia es que los injustos se ven privados de los bienes para los que fueron creados. No hay desdicha mayor: siempre tenderán a ellos y nunca los obtendrán. ‘¡Mejor no existir!’, dirán; eso dijeron los que sufrieron las injusticias de ellos.
Por desgracia, el mal siempre nos ataca y rodea, solo lo para la justicia desde la Fe y la piedad
La codicia, poco a poco, ensombrece la conciencia y genera injusticias múltiples. Pablo, como remedio, por un lado, pide oración por todos y, por otro, conmina a Timoteo a caminar en la justicia por la Fe y el Amor; eso lleva a la piedad, dulzura y paciencia en el sufrimiento.
Éste es, nos aclara, el buen combate, por el mandato recibido que busca salvar a todos, pues unos sufren injustamente y otros caminan hacia su propia desgracia y ¡ésta eterna!
Vivir fielmente esta actitud de Amor hace de nuestra vida un camino a la gloria final.
El poder de la injusticia lleva a la desgracia al que no escucha ni obedece la Palabra de Dios
El pobre es llamado “Lázaro”, ‘socorro de Dios’. Dios no abandona al rico, le ayuda, le avisa, le ofrece oportunidades, pero es él quien debe aprovecharlas con la ayuda de la Palabra.
El egoísmo es perverso y pervertidor del mundo: ¡una verdadera desgracia universal!
Sólo hay un camino de salvación: escuchar la Palabra y convertirse, lo demás es inútil.
Pidamos a María mantener el esfuerzo de caminar en justicia como la Palabra nos diga.
¿Cuál es la justicia de Dios?
Hacer de todo para salvar a cada uno de sus hijos, es decir, cada persona humana en particular, sin excepción alguna, por eso no juzga jamás para condenar, sino para indicar cuál es el camino de salvación que cada uno debe asumir para aceptar la salvación que necesita para no hundirse.
A todo rico (de cualquier tipo de pseudo-riqueza) Dios le pone al lado su real "Lázaro" (que significa 'socorro de Dios') para que tenga la oportunidad de redimir sus actitudes homicido-suicidas de creer que puede hacer con su vida, y lo que imagina tener, lo que se le ocurre. Hacer esto es total y radicalmente necio, pues el único bien real nos viene cuando logramos descubrir qué es lo que conviene a nuestra naturaleza personal y a las concretas características de cada una de las personas que nos rodean y con las que formamos este mundo.
Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde y lo único que le corresponde a cada persona es que le ofrezcan la oportunidad de vivir con creciente dignidad y le ayuden a asumir cada día más seriamente las metas para las que ha sido creada, aunque sean difíciles.
No hay justicia donde no se enseña a vivir con respeto y dignidad, pues vivir sin estas virtudes es hundir la propia vida en el fracaso temporal y arriesgarse al permanente, ni no deseamos hablar del 'eterno', porque nos da miedo de hablar la verdad objetiva, o porque no sabemos casi nada de esto.
Pablo le pide, le exige, le 'conmina', en la presencia de Dios, a Timoteo a que viva en la justicia, en la Fe, en la Piedad, en el Amor, en la paciencia y mansedumbre, porque no le será fácil lidiar con un mundo que se desvía cada vez más de la verdad y, por tanto, del bien y la dignidad, aunque todos las deseen y las quieran "defender". El domingo pasado nos pedía que oráramos y hoy que vivamos en justicia.
La paz es un don que hay que saber hacer historia, pues supone actitud, que será objetiva si se plasma en dominio personal, en respeto por las personas y las realidades ajenas y en estímulo solidario-subsidiario del bien de las personas que nos rodean.
Pidamos al Señor que sepamos percibir la providencia de Dios en la realidad que nos rodea y que nosotros mismos seamos signos de esta providencia para nuestros hermanos, especialmente para los que más lo necesitan.
Dios nos bendiga a todos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Doménech SDB