CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXIV
La Misericordia de Dios es eterna, para todos y sin límites: es fuente de alegría y maduración personal, solo pide apertura y docilidad
Ex. 32, 7-11.13-14: "El Señor dijo a Moisés: «Baja enseguida, porque tu pueblo…, se ha pervertido. Se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado… Ya veo que este pueblo es obstinado… mi ira arderá sobre ellos. De ti suscitaré una gran nación». Pero Moisés trató de aplacar al Señor…: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo…? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores…» Y el Señor se arrepintió…"
Salmo 50: "Volveré a mi Padre y le diré: ‘Padre, he pecado; Padre, bondad’"
1Tm. 1, 12-17: "Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza llamándome a su servicio… sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor… Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores y yo soy el peor de ellos… para que Jesucristo mostrara en mí toda su paciencia…".
Lc. 15, 1-32: "Los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús… Los escribas y fariseos murmuraban: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja… y va a buscar la que se le había perdido hasta encontrarla? Y cuando la encuentra… dice: “Alégrense conmigo…” Les digo que, de la misma manera, se alegrarán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte… Un padre tenía dos hijos… el más joven lo tomó todo y se fue a un país lejano… malgastó todo… Entonces se dijo: “Los criados de mi padre tienen pan de sobra y yo aquí me muero de hambre. Volveré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado…’” Volvió… el padre lo vio… corrió y se le echó al cuello y lo besó… dijo a los criados: “Traigan… para celebrarlo… Hijo,… debemos alegrarnos…»."
No hay nada que dé más alegría y esperanza que la reconciliación en casa.
El mundo es la casa construida por Dios para el hombre en la que a Dios mucho le gustaría que le permitieran vivir con derecho propio y dignidad reconocida y respetada.
En la medida que Él es aceptado, todos tenemos lugar, esperanza y estímulo para desarrollarnos, pues ésta es la finalidad de la creación que Dios, en su Amor, creó: que todas las creaturas, sin cortapisas, puedan ser lo que están destinadas a ser por propia naturaleza.
Por esto, en Cristo, Dios nos salva del pecado. Anticipando esto Dios llamó a Abram, a Isaac y a Jacob; liberó de Egipto a su peublo, lo educó en la Fe con su duro y doloroso camino; le acompañó a través de los profetas y maestros de sabiduría, hasta llegar a María, la mujer siempre abierta y dócil a la Voluntad de Vida y Amor de este Dios que jamás abandona.
Pablo debió vivir su éxodo y lo debemos aprender a vivir también nosotros, aunque duela, ¡y duele de verdad!, pero el resultado es una alegría y felicidad inconmensurables.
Moisés pide a Dios, el libertador de Israel, que sea fiel al Amor primero y a la promesa hecha
Israel, al ver que Moisés no regresa del Sinaí, teme quedar solo en medio del desierto y, para poder seguir adelante, se hace un ídolo tomándolo como el dios cercano en quien confiar.
Dios cuida a los elegidos y no acepta que se desvíen, pues eso los mataría. Moisés aprendió de Dios a defender a los que ama y a buscar que vuelvan al Señor, pues Él perdona.
La experiencia de Pablo es una invitación a la confianza y a la perseverancia: ¡¡Dios es fiel!!
La alegría agradecida de Pablo está motivada por la experiencia de haber sido perdonado por Cristo y esto le lleva a proclamar que lo suyo no es una excepción, sino una regla.
Dios es siempre fiel, por lo tanto, lo que nos toca es apoyarnos en Él y seguirle.
No importa qué pasó: Él es el Salvador que todo lo puede, si nos ponemos en sus manos.
El Padre es Padre: nos quiere ver felices, para eso nos creó, por eso no se cansa de esperarnos
Para el hombre es inconcebible un Padre tan cercano, paciente y amoroso, pero ésa es la verdad que Jesús nos muestra. Nada lo vence, nada lo cansa, nada lo derrota, pero tampoco Él gana a nadie: soy yo quien debe volver y dejarse encontrar en la miseria, vergüenza o nulidad.
La mayor alegría de Dios es que aceptemos su salvación. Nos quiere grandes y felices.
Pidamos a María valorar el Amor industrioso y paciente de Dios, que busca salvarnos.
Dios es misericordia porque es Amor justo y Justicia en el Amor Eterno.
Creo que no hay ninguna necesidad mayor en el hombre que la de Misericordia, porque es débil y lleno de necesidades, límites, errores y de ilusiones no satisfechas. Probablemente el primer acto de justicia está en la misericordia con la que Dios nos trata y nos estimula a seguir adelante y superar nuestra experiencia de no lograr lo que tanto deseábamos y hasta tanto esfuerzo nos costó.
Dios nos invita a seguir caminando mientras confiamos en su Amor comprensivo y cercano. A Él nadie le puede engañar con apariencia de fortaleza y resistencia al dolor y al fracaso: no, vive en lo más íntimo de nosotros mismos y sabe lo que pasa en centro de nuestro interior, por eso no juzga ni condena, pero tampoco secunda lo que no nos lleve por el camino de la Vida Nueva.
Pablo lo dice claro: ¡con Dios no se juega! Él no solo sabe, sino que es la Verdad y las opiniones humanas son intentos de aproximarse a ella y, en la medida que se abren con sencillez y humildad, algo logran, pero la soberbia es la reacción más necia que una persona puede tener, pues le cierra a toda posible objetividad. En cambio la humildad le lleva por el camino de la vida y de la paz interior, pues no se basa en apariencias, sino en la verdad de lo que cada cosa y cada persona es.
No importa lo que ha pasado; ¡ya pasó y es necesario seguir adelante y no quedar atrapado en un pasado que no desarrolla nada, sino que hunde en la muerte del ayer que nunca podrá ser mañana!
En la medida que los hombres, mujeres o varones, aprendemos a intimar con Dios, aprenden a mirar a los hermanos con más misericordia; a juzgar menos, a animar más a vivir y a no ceder ante el miedo de un posible nuevo fracaso.
Jesús nos habla de un Padre que se expresa en la misericordia. Donde ésta no se expresa con claridad y sencillez, Dios nos está y donde la misericordia estimula la vida y le lleva a madurar y desarrollarse, allí Dios actúa con seguridad.
Aprendamos del Hijo de Dios encarnado a ser como el Padre y a estimular la vida en los que nos rodean; para eso recibimos el Espíritu del Hijo que nos lleva a clamar: Abba, Papá, y a enseñárselo a los hermanos para que, confiando en su Amor, puedan seguir adelante.
Dios nos bendiga a todos y nos llene de su Amor Misericordioso.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Doménech SDB
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