sábado, 7 de abril de 2012


                PASCUA DE RESURRECCIÓN
El triunfo de la vida en Cristo Jesús nos asegura que nuestra vida tiene sentido permanente y final feliz si la confiamos al Padre y su Plan
Hch. 10, 34a.37-43:   "...«Ya saben lo que ha pasado últimamente en todo el país de los judíos, comenzando por Galilea... Me refiero a Jesús de Nazaret... pasó por todas partes haciendo el bien y dando la salud a todos los que estaban bajo el dominio del demonio por que Dios estaba con Él... lo mataron colgándolo de una cruz... Dios lo resucitó al tercer día... Él nos ordenó que predicáramos al pueblo... Todos los profetas dan testimonio a su favor... quien cree en Él recibe el perdón de sus pecados en su nombre»".
Salmo 117:                  "Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él".
Col. 3, 1-4:                   "Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo... su vida está escondida en Dios juntamente con Cristo..."
(O bien) 1Cor. 5, 6b-8:   "...ahora que Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado. ...celebren la Pascua cada día... viviendo con sinceridad y verdad."
Jn. 20, 1-9:                   "María Magdalena se fue al sepulcro muy de mañana... Se regresó corriendo para decirle a Pedro: «Se han llevado al Maestro...» ...salieron corriendo al sepulcro... llegó Pedro..., entró al sepulcro y vio... hasta aquel momento no habían entendido que, según las escrituras, Jesús tenía que resucitar de entre los muertos".
La Pascua del Señor es la solemnidad de las solemnidades, ninguna fiesta cristiana está a su nivel, ella da sentido a todas las demás fiestas. Por eso tiene la más larga preparación.
¡El Señor ha resucitado, como anunciaron las Escrituras! Es un día grande para todos. Es el Día de la Nueva Humanidad. ¡El hombre puede ver a dónde le lleva obedecer al Padre!
Dios nos llama a vivir como resucitados, dadores de vida. Sólo así el mundo podrá creer.

Dios nos tiene siempre presentes: al entregar a su Hijo, pensó en nosotros desde su Amor

Pasó por el mundo haciendo el bien y sanando a los que estaban oprimidos por el mal. Perfecta descripción del apóstol Pedro al referirse a Jesús. Toda la vida del Maestro fue un estar atento a la Voluntad del Padre para llenar de vida y alegría a los que le rodeaban y así responder a su angustiosa necesidad de liberarse del mal, sea físico, psíquico, moral o religioso.
No hemos nacido para la esclavitud, para ninguna de ellas, pues todas tienen siempre graves repercusiones no sólo personales, sino que marcan y degradan el ámbito social.
La peor esclavitud es la del pecado, pues, por un lado, de algún modo, nos complace y, por otro, siempre nos va degenerando. No darnos cuenta es signo de que estamos en proceso de creciente esclavización. La gracia de Cristo nos llama a reaccionar: al no haber nacido para esto, nos sentimos mal y buscamos una salida. Cuanto más tardamos, más nos enfermamos.

Ante el Amor de Dios, Comunión Trinitaria, la Vida tiene la última palabra, no el pecado

Pero vivir en el pecado es darle poder. Es naturaleza propia del mal vivir de la importancia y atención que nosotros le demos: a mayor atención e importancia práctica, mayor poder.
Dios nos libera llamándonos a fijarnos sólo en Él, que resucitó a su Hijo de entre los muertos, y a nosotros nos invita, una vez más, con el don de su Espíritu, a vivir aceptándolo como Padre, como lo vivió Jesús, el Hijo del hombre, el hombre cabal, en quien se cumple plenamente el Plan del Padre. Hombre libre que vivió, y vive, liberando la vida al dar su vida.
El pecado es creación del maligno y desea destruir la obra exitosa de la Comunión Creadora-Salvadora-Santificadora, de Dios: Él nos enriquece con la Providencia de su Gracia.
Quien busca aprender a obedecer al Señor de la vida, tendrá en Él vida y futuro eterno.
Jesús nos llama a vivir libres y felices, ¡como resucitados! Sólo así invitamos a otros a creer
Vivir como resucitados es vivir en la sencillez de ir siempre al Señor para seguirle.
Este estilo de vida es capaz de renovar el mundo sin hacer ruido, pero con suma eficiencia, como la levadura, capaz de ir más allá y superar todo límite y esclavitud, sobre todo la del pecado: cada generación hace su camino y en cada generación reconocemos los esplendorosos éxitos de Dios, el Padre Providente, el Hijo Fiel y el Espíritu Renovador en Santidad.
Pedimos a María nos ayude a vivir todos los días como resucitados, esparciendo a nuestro alrededor el Perdón y la Paz que Jesús nos confió con su Resurrección.

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