PASCUA DE RESURRECCIÓN
El triunfo de la vida en Cristo Jesús nos asegura que
nuestra vida tiene sentido permanente y final feliz si la confiamos al Padre y
su Plan
Hch. 10, 34a.37-43: "...«Ya saben lo que
ha pasado últimamente en todo el país de los judíos, comenzando por Galilea...
Me refiero a Jesús de Nazaret... pasó por todas partes haciendo el bien y dando
la salud a todos los que estaban bajo el dominio del demonio por que Dios
estaba con Él... lo mataron colgándolo de una cruz... Dios lo resucitó al tercer
día... Él nos ordenó que predicáramos al pueblo... Todos los profetas dan
testimonio a su favor... quien cree en Él recibe el perdón de sus pecados en su
nombre»".
Salmo 117: "Este
es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él".
Col. 3, 1-4: "Ya
que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo...
su vida está escondida en Dios juntamente con Cristo..."
(O
bien) 1Cor. 5, 6b-8: "...ahora que Cristo, nuestro Cordero
Pascual, ha sido inmolado. ...celebren la Pascua cada día... viviendo con
sinceridad y verdad."
Jn. 20, 1-9: "María
Magdalena se fue al sepulcro muy de mañana... Se regresó corriendo para decirle
a Pedro: «Se han llevado al Maestro...» ...salieron corriendo al sepulcro...
llegó Pedro..., entró al sepulcro y vio... hasta aquel momento no habían entendido
que, según las escrituras, Jesús tenía que resucitar de entre los muertos".
La Pascua del Señor es la solemnidad
de las solemnidades, ninguna fiesta cristiana está a su nivel, ella da sentido a todas las demás fiestas. Por
eso tiene la más larga preparación.
¡El Señor ha
resucitado, como anunciaron las Escrituras! Es un día grande para todos.
Es el Día de la Nueva Humanidad. ¡El
hombre puede ver a dónde le lleva obedecer al Padre!
Dios nos llama
a vivir
como resucitados, dadores de vida. Sólo
así el mundo podrá creer.
Dios nos tiene siempre presentes: al entregar a su Hijo, pensó en nosotros desde su Amor
Pasó por el
mundo haciendo el bien y sanando a los que estaban oprimidos por el mal. Perfecta descripción
del apóstol Pedro al referirse a Jesús. Toda la vida del Maestro fue un estar atento a la Voluntad del Padre
para llenar de vida y alegría a los que le rodeaban y así responder
a su angustiosa necesidad de liberarse del mal, sea físico, psíquico, moral
o religioso.
No hemos nacido para la esclavitud, para ninguna
de ellas, pues todas tienen siempre graves repercusiones no
sólo personales, sino que marcan y degradan el ámbito social.
La peor esclavitud es la del pecado, pues, por
un lado, de algún modo, nos complace y,
por otro, siempre nos va degenerando.
No darnos cuenta es signo de que estamos en proceso de creciente esclavización.
La gracia de Cristo nos llama a reaccionar: al no haber nacido para esto,
nos sentimos mal y buscamos una salida. Cuanto más tardamos,
más nos enfermamos.
Ante el Amor de Dios, Comunión Trinitaria, la Vida tiene la última palabra, no el pecado
Pero vivir en el pecado es darle poder. Es naturaleza
propia del mal vivir de la importancia y atención que nosotros
le demos: a mayor atención e importancia práctica, mayor poder.
Dios nos libera llamándonos a fijarnos sólo
en Él, que resucitó a su Hijo de entre los muertos, y
a nosotros nos invita,
una vez más, con el don de su
Espíritu, a vivir aceptándolo como Padre, como lo vivió
Jesús, el Hijo del hombre, el hombre cabal, en quien se cumple plenamente el Plan
del Padre. Hombre libre que vivió, y vive, liberando
la vida al dar su vida.
El pecado es creación del maligno y desea destruir la
obra exitosa de la Comunión Creadora-Salvadora-Santificadora, de Dios: Él nos
enriquece con la Providencia de su Gracia.
Quien busca aprender a obedecer al Señor de la vida,
tendrá en Él vida y futuro eterno.
Jesús nos llama a vivir libres y felices, ¡como resucitados! Sólo así invitamos a otros a creer
Vivir como resucitados es vivir
en la sencillez de ir siempre al Señor
para seguirle.
Este estilo de vida es capaz de renovar el mundo sin hacer ruido,
pero con suma eficiencia, como la levadura, capaz de ir más
allá y superar todo límite y esclavitud, sobre todo la del
pecado: cada generación hace su camino y en cada generación reconocemos
los esplendorosos éxitos de Dios, el Padre Providente, el Hijo Fiel y el
Espíritu Renovador en Santidad.
Pedimos a María nos ayude a vivir
todos los días como resucitados, esparciendo a nuestro alrededor el Perdón y la Paz que Jesús nos
confió con su Resurrección.
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