CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II
Dios nos llama a confiar más en su Providencia: a ser constantes
constructores de paz, amor y vida en la piedad, de solidaridad y respeto en la
verdad
Bar. 5, 1-9: "Quítate tu ropa de duelo y de
aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de
Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la
diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que
existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: “Paz
en la justicia” y “Gloria en la piedad”... mira a tus hijos reunidos desde el
oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se
acordó de ellos... Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y
las colinas seculares y que se llenen los valles hasta nivelar la tierra...
conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su
misericordia y su justicia".
Salmo 1251-6: "¡Grandes cosas hizo el Señor por
nosotros!".
Flp. 1, 4-11: "Siempre
y en todas mis oraciones pido con alegría por todos Uds. Estoy firmemente
convencido de que aquel que comenzó en Uds. la buena obra la irá completando
hasta el día de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de Uds. crezca
cada vez más... a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán
encontrados puros e irreprochables en el día de Cristo...".
Lc. 3, 1-6: "El
año decimo quinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Pocio Pilato
gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el pontificado
de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba
en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán,
anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está
escrito...: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, la montañas y las colinas
serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los
caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios»."
Jesús no es una aparición. Nace,
como cualquier otro, en una realidad socio-político-cultural muy concreta.
Por eso Lucas comienza este capítulo de su evangelio de este modo. Jesús es una persona concreta. No deja
indiferente. De Él se ocupan, generación tras generación, muchos
intelectuales y artistas, ya sea para profundizar su realidad y sea para
enturbiarla o atacarla. Jamás de nadie se ha escrito y hablado tanto.
El Adviento no prepara un recuerdo sentimental del
nacimiento de Jesús, como quien añora.
No. Nos lleva a revivirlo como un compromiso de confianza en nuestro Padre y de construcción
de una fraternidad como Jesús nos enseñó. Lo demás es inútil y hasta contraproducente: ¡para que sirvió que viniera!
Juan no habla por cuenta propia. Toda liberación necesita sus enviados-constructores, con su misión: el profeta, Juan, Jesús, nosotros...
Sí, cada uno de nosotros: sobre cada uno vino la Palabra en el Bautismo.
Palabra de conversión para el profeta, para Juan, para Jesús-pueblo, para nosotros. Responder
es nuestra responsabilidad. Y es necesario el desierto, lugar de la verdad y de
la lucha para la aceptación libre.
¿Quién no necesita convertirse? No percibirlo
significa estar atrapado, enceguecido por el mal, aunque no
parezca grave. No ver nuestro mal es
sumamente grave, pues, para esa enfermedad, no hay salvación.
La conversión es base de alegría y paz; responsabilidad
maduración social y progreso, ¡qué mejor!
Somos invitados a vestirnos de gloria: el Señor viene a nosotros y nos
llevará por caminos de salvación
Baruc,
secretario de Jeremías, trata, en nombre de Dios, de consolar al pueblo, que está en el destierro, con la promesa de la liberación. Ésta es segura y es para todos los que marchen con el Señor.
A nada se nos
obliga, pero los
frutos serán patentes ante todos los ojos. Donde
está Dios está la Vida.
Somos débiles y la conversión cuesta; pero no temamos, Dios es fiel y
nos llevará, felices, hasta el final
La alegría de
Dios está en nuestro caminar, más que en los resultados. El final está en Sus Manos,
pero la
libertad de escucharle y hacerle caso está en las nuestras
y esto es indispensable, pues no somos cosas.
La Navidad es una invitación
a cambiar el corazón: para eso llegó
Jesús. Lo vivieron lo primeros cristianos y los verdaderos de todas las épocas
y, a pesar de todas las debilidades, llegaron felices al final.
Convertirse es abrirse al Señor, quitar todos los estorbos y profundizar
en la vida que Dios nos ofrece.
El bautista, enviado por Dios con su palabra de
Vida, nos invita a preparar nuestro interior para
recibir al Señor de la Vida y de la Paz. Tarea: enderezar todo lo que está torcido y
desviado en nuestra vida.
La respuesta es personal y sólo ésta, seria y responsable, podrá incidir en la transformación social.
El mundo no
cambia ni con leyes, ni con magia, ni con
ciencia, ni con poder; solo con vida interior.
Pidamos a María abrirnos
a la Salvación de Jesús y convertirnos en todo lo que Dios nos pida
hoy.