domingo, 9 de diciembre de 2012


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO II
Dios nos llama a confiar más en su Providencia: a ser constantes constructores de paz, amor y vida en la piedad, de solidaridad y respeto en la verdad
Bar. 5, 1-9:        "Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: “Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”... mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos... Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares y que se llenen los valles hasta nivelar la tierra... conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia".
Salmo 1251-6:    "¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!".
Flp. 1, 4-11:       "Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos Uds. Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en Uds. la buena obra la irá completando hasta el día de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de Uds. crezca cada vez más... a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el día de Cristo...".
Lc. 3, 1-6:          "El año decimo quinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Pocio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito...: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, la montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios»."
Jesús no es una aparición. Nace, como cualquier otro, en una realidad socio-político-cultural muy concreta. Por eso Lucas comienza este capítulo de su evangelio de este modo. Jesús es una persona concreta. No deja indiferente. De Él se ocupan, generación tras generación, muchos intelectuales y artistas, ya sea para profundizar su realidad y sea para enturbiarla o atacarla. Jamás de nadie se ha escrito y hablado tanto.
El Adviento no prepara un recuerdo sentimental del nacimiento de Jesús, como quien añora. No. Nos lleva a revivirlo como un compromiso de confianza en nuestro Padre y de construcción de una fraternidad como Jesús nos enseñó. Lo demás es inútil y hasta contraproducente: ¡para que sirvió que viniera!
Juan no habla por cuenta propia. Toda liberación necesita sus enviados-constructores, con su misión: el profeta, Juan, Jesús, nosotros... Sí, cada uno de nosotros: sobre cada uno vino la Palabra en el Bautismo.
Palabra de conversión para el profeta, para Juan, para Jesús-pueblo, para nosotros. Responder es nuestra responsabilidad. Y es necesario el desierto, lugar de la verdad y de la lucha para la aceptación libre.
¿Quién no necesita convertirse? No percibirlo significa estar atrapado, enceguecido por el mal, aunque no parezca grave. No ver nuestro mal es sumamente grave, pues, para esa enfermedad, no hay salvación.
La conversión es base de alegría y paz; responsabilidad maduración social y progreso, ¡qué mejor!
Somos invitados a vestirnos de gloria: el Señor viene a nosotros y nos llevará por caminos de salvación
Baruc, secretario de Jeremías, trata, en nombre de Dios, de consolar al pueblo, que está en el destierro, con la promesa de la liberación. Ésta es segura y es para todos los que marchen con el Señor.
A nada se nos obliga, pero los frutos serán patentes ante todos los ojos. Donde está Dios está la Vida.
Somos débiles y la conversión cuesta; pero no temamos, Dios es fiel y nos llevará, felices, hasta el final
La alegría de Dios está en nuestro caminar, más que en los resultados. El final está en Sus Manos, pero la libertad de escucharle y hacerle caso está en las nuestras y esto es indispensable, pues no somos cosas.
La Navidad es una invitación a cambiar el corazón: para eso llegó Jesús. Lo vivieron lo primeros cristianos y los verdaderos de todas las épocas y, a pesar de todas las debilidades, llegaron felices al final.
Convertirse es abrirse al Señor, quitar todos los estorbos y profundizar en la vida que Dios nos ofrece.
El bautista, enviado por Dios con su palabra de Vida, nos invita a preparar nuestro interior para recibir al Señor de la Vida y de la Paz. Tarea: enderezar todo lo que está torcido y desviado en nuestra vida.
La respuesta es personal y sólo ésta, seria y responsable, podrá incidir en la transformación social.
El mundo no cambia ni con leyes, ni con magia, ni con ciencia, ni con poder; solo con vida interior.
Pidamos a María abrirnos a la Salvación de Jesús y convertirnos en todo lo que Dios nos pida hoy.

sábado, 1 de diciembre de 2012


CICLO C – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO I
Dios nos invita a estar alerta a las indicaciones del Señor para no quedar atrapados en los engaños y tener éxito definitivo en la vida personal y social
Jr. 33, 14-16:                 "...en aquel tiempo, haré brotar de David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”."
Salmo 244-5a.8-10.14:        "A Ti, Señor, elevo mi alma".
1Tes. 3, 12-4, 2:            "Que el Señor les haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por Uds. Que Él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables ante Dios... hagan mayores progresos todavía...".
Lc. 21, 25-28.34-36:    "Jesús dijo a sus discípulos: ...Los hombres desfallecerán de miedo ante la perspectiva de lo que le sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir... lleno de poder y de gloria... tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos... para que ese día no caiga de improviso sobre Uds., como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Adviento: tiempo que prepara la celebración de la llegada del Señor. Para nosotros, ¿Él es el importante? o, más bien, ¿lo son más, en realidad, las cosas y símbolos con los decimos celebrar la Navidad?
Comenzamos este año litúrgico con una clara invitación a vivir siempre alerta, basados la oración y una conducta digna de los discípulos de Jesús, en la que somos invitados a progresar constantemente.
Si vivimos así, estaremos a salvo de toda desgracia, sobre todo de la desgracia de quedar atrapados en las angustias de nuestro mundo y en su gran desconcierto ante la incesante, insaciable y parece que infructífera búsqueda de felicidad y de paz, que siempre aparecen como huidizas, frágiles y poco fiables.
Dios nos invita a prepararnos a la llegada del Salvador. Pero no la primera, sino la constante y definitiva. La salvación ya se hizo historia, nos toca a nosotros concretar hoy nuestra real aceptación.
¿Cuál es el centro de nuestra vida: la propuesta del Señor o nuestras costumbres o comodidades? No es una pregunta menor, ni es retórica, pues de ello depende el futuro real de nuestra vida profunda.
La sociedad tiene muchas carencias ¿cuál es nuestra viva y concreta respuesta a ellas?
La justicia, don del cielo, viene con el Salvador, pero no se puede imponer, debe ser vivida en persona
700 años antes de Cristo, Isaías, y 100 años después, Jeremías, hablan con ilusión y entusiasmo del germen de justicia que brotará del árbol de la dinastía de David, secado por la injusticia y el culto falso de sus dirigentes. Al final, llegará la salvación y la Justicia de Dios superará la maldad y para siempre.
Dios es soberano: su propuesta de Vida y Justicia es definitiva y para todos. Ahora nos toca decidir.
Desarrollemos nuestro deseo de vivir atentos a los dones de Dios para hacerlos crecer sin cesar
Pablo nos invita a ser cada día más eficientes en nuestra conversión para que ésta beneficie a todos.
Claro que antes deberíamos preguntarnos si sentimos necesidad de la conversión, porque, si no es así, la invitación del Apóstol queda en nada, pues creemos que, así como estamos, ¡ya estamos bien! Así lo sienten también los que mantienen sometida nuestra sociedad en la corrupción con todas sus injusticias.
Pidamos al Señor nos dé su Luz y Fuerza para convertirnos en todo lo que Él nos pide cambiar.
Estemos atentos, no nos aturdamos por los excesos, sino construyamos en el don de la libertad y el Amor
El lenguaje de Lucas desea hacernos notar que toda la sociedad vive en angustia constante ante la corrupción e injusticia imperante en casi todos los ámbitos decisivos de la vida personal y social.
El Señor llega con su Libertad, pero ésta no se impone; debe ser aceptada y aprendida para dar a nuestro mundo sus frutos de vida, paz, diálogo, respeto, unidad y progreso personal y social.
Pero no todos reciben al Señor de la Vida y de la Libertad. Los justos será puestos a dura prueba; por eso se nos pide confianza: tengan ánimo, levanten la cabeza, dejen atrás el pasado y láncense a lo nuevo que les trae el Salvador que llega, Él hace realidad todo lo que podría verse como una utopía de justicia.
Abrámonos a Cristo Jesús, que ninguna preocupación nos desvíe de lo único vital: el Señor que llega.
Pidamos a María abrir nuestro ser al Señor que llega con su amor y dejar que llene nuestra vida de Él.