sábado, 19 de febrero de 2011

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO VII

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO VII

Dios es nuestro modelo de vida: nacimos del Amor para amar a todos. La medida es la necesidad del otro, aunque parezca no merecerlo

Lv. 19, 1-2.17-18: "El Señor dijo a Moisés: «Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Uds. serán santos porque yo, el Señor, su Dios, soy santo. No odiarás a tu hermano… No serás vengativo… ni guardarás rencor... Yo soy el Señor".

Sal. 102: "El Señor es bondadoso y compasivo".

1Cor. 3, 16-23: "¿No saben que… el Espíritu de Dios habita en Uds.?... Porque el templo de Dios es sagrado y Uds. son ese templo. ¡Que nadie se engañe!... Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios… «Él sorprende a los sabios en su propia astucia… El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos». Que nadie se gloríe en los hombres… Todo es de Uds., pero Uds. son de Cristo y Cristo de Dios".

Mt. 5, 38-48: "Uds. han oído que se dijo… pero yo les digo no hagan frente al que les hace mal, al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra… Uds. han oído que se dijo… Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo… Si Uds. aman solo a los que los aman… Si saludan solamente a sus hermanos… Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo".

La autodefensa vindicativa es una reacción natural, fruto de la tendencia a la supervivencia, propia de la esfera animal. Pero ceder a eso no es positivo para nosotros, pues no tenemos una realidad llamada “instinto”, que impone caminos y límites, cosa que sí tienen los animales.

Esta carencia llevó a la humanidad a la barbarie inicial, que, gracias a la inteligencia, conciencia y libertad, fue superada por la llamada “ley del talión”; un paso de humanización, pero no camino acabado de realización de las posibilidades humanas, que van mucho más allá.

La humanidad, con su creciente conciencia de dignidad, ha ido aprendiendo a madurar su visión del mundo y la de su responsabilidad en él. Así ha creado instituciones que ayuden a resolver el problema de superar la tensión entre la venganza, la justicia y la dignidad humana. Los más altos niveles de humanidad lo afrontan incluyendo, en el diálogo, el amor, que las supera y lleva a la persona a trascender su realidad y a madurar todas sus relaciones.

Jesús nos pide que no nos contentemos con ser buenos; sino que aceptemos como modelo supremo, al Padre, que a todos trasciende y a todos puede elevarnos con su propia Vida.

El Espíritu Santo, que nos llama y vivifica nuestra Fe, si le dejamos, nos llevará a esto.

El camino para madurar hacia plenitud de la persona humana es ser como el mismo Dios

Israel pertenece a Dios, por creación, por elección y por liberación, fruto del Amor Providente de Dios hacia su pueblo, uno de los más pobres y desvalidos de la época: nómadas y, después, esclavos. Esto les lleva a ser como Dios en la solidaridad y respeto con cada persona.

Dios solo les pide una cosa que sean como Él y así testifiquen su soberanía y el poder sanador y enaltecedor de su Amor. Lo que denigre al hermano es indigno del pueblo de Dios.

Esto es, deben ser santos en concreto; y por una sola razón: Dios, su Señor, lo es.

Es el llamado del mismo Dios para nosotros y con el paso de los años, no ha cambiado.

El mismo Dios nos habita con su Espíritu para que tengamos éxito, pero nosotros decidimos

Lo que Dios nos pide no nos es natural, nos sobrepasa, somos limitados. Él lo sabe y por eso nos auxilia con el don de su Palabra hecha carne y con su Espíritu hecho nuestro maestro.

Los corintios estaban esclavizados a sus opiniones, y eso les dividía. Les urge abandonar la supuesta sabiduría humana y aceptar la Sabiduría del Espíritu de Dios, que es unidad y paz.

Nuestra sabiduría es soberbia y nos ata a maestros errantes por los caminos del mundo.

Signo de que tenemos a Dios como modelo de vida es que amemos como Él, aunque sorprenda

Es normal sentir el deseo de venganza, pero no nos humaniza, sino que nos denigra y enferma. Por eso Dios lo condena, pues cada persona humana es su hija, llamada a ser como Él.

Lo digno de la persona, dice Jesús, es ser como el Padre: amar a todos como Él y, en forma especial, esforzarse con los que son más difíciles de amar: los vistos como enemigos.

Pidamos a María aprender cada día a vivir como el Padre celestial: Amar como Él.

Estamos en el ámbito de los domingos anteriores: ¿Qué significa ser discípulo de Jesús, vivir en la dinámica del Reino de Dios, ser hijo del Padre en el Hijo, movido por el mismo Espíritu?

Son preguntas básicas, que nos obligan a centrar la atención no en una religión, con sus creencias y normas, como si eso fuera lo que nos puede salvar, sino en lo que da sentido a cualquier expresión religiosa cristiana, en lo que la hace la "religión verdadera" y sin lo cual esta religión, fundada por Jesús, se desvirtúa por haberla reducido a fórmulas y comportamientos, siempre manipulables, llevándola a progresiva degradación, como puede sucederle a cualquier expresión religiosa normal en el ser humano.

Lastimosamente la persona humana está, por su propia naturaleza débil y desorientada, expuesta, muchas veces sin quererlo, a manipular incluso lo que para ella es más importante, sin darse cuenta que cuando manipula, lo que hace no es mejorarlo sino desvirtuarlo y, de paso, degradarse, pues la realidad, aun cuando puede ser manipulada, objetivamente no cambia, sino que lo que cambia es nuestra relación con ella y pasamos a ser deshonestos, inobjetivos y, en última instancia, tontos, pues lo que hacemos va contra nosotros mismos, aunque en un primer momento no lo notemos y hasta creamos que hacemos bien.

Esta realidad humana también se da en el campo religioso, sin excluir el cristiano, cuando la vida cristiana abandona la escucha humilde y obediente de la Palabra de Dios y del don de su Vida en los sacramentos, dentro de la Comunidad, pues es allí donde el mismo Padre nos indica los caminos de Vida Nueva que hoy debemos recorrer y corrige lo que en nosotros y en nuestra Comunidad no es propio de sus hijos y no favorece nuestra dócil intimidad con Él, nuestro Salvador.

El cristiano verdadero ciertamente no es perfecto, pero lo que le caracteriza es que se esfuerza por vivir como su Padre Dios, tal como Jesús se lo pide: "Sean perfectos como su Padre, que está en los cielos, es perfecto" Es decir, ser como Él, que es el inmanipulable, puesto que no está al alcance de nuestros intereses transitorios y cambiantes y de nuestras visiones circunstanciales.

La sabiduría del cristiano no se mueve con los parámetros de la visión humana, sino con los que le señala el Espíritu de Dios en el Evangelio, dejándose orientar por los pastores que el Señor le va señalando a lo largo de la historia.

Somos libres, nos decía la Palabra el domingo pasado; podemos elegir lo que nos parezca bien, pero la realidad no dependerá de nuestra elección, sino que seguirá siendo objetiva, según ella misma es: si hemos elegido como nos indica la Providencia divina en su Amor a nuestra vida, estaremos bien y maduraremos; si hemos elegido como nos parece y según otros criterios diversos a los evangélicos, recibiremos las consecuencias de acuerdo a lo que hayamos elegido, nunca positivas no agradables.

La prueba clave de una verdadera vida cristiana está en el Amor a los enemigos, nos precisa Jesús: rezar por ellos es la primera entrada a saber actuar como el Padre, Dios, que hace llover sobre todos y ama a todos, según la realidad objetiva de cada uno.

El Señor nos ayuda a ser cada día mejores cristianos; María nos despierte el corazón para ser dóciles como ella.

Dios nos bendiga.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Doménech SDB

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