CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VII
P. José Mª Doménech SDB
¡Dios es Amor fiel!: su perdón es gratuito y la intercesión de la
Comunidad nos abre a esta alegría que sana y construye una vida nueva.
Is. 43, 18-19.20c-22.24b-25: "No se acuerden de las cosas pasadas...
yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?... Pero
tú no me has invocado, Jacob, porque te cansaste de mí, Israel. ¡Me has
abrumado, en cambio, con tus pecados...! Pero soy yo, sólo yo, el que borro tus
crímenes... y ya no me acordaré de tus pecados".
Salmo: 40: "Sáname,
Señor, porque pequé contra Ti".
2Cor. 1, 18-22: "Les aseguro, por
la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con Uds. no es hoy ‘sí’, y mañana
‘no’. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado... no
fue “sí” y “no”, sino solamente “sí”... Las promesas de Dios encuentran su “sí”
en Jesús... y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a Uds.;...
el que también ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu".
Mc. 2, 1-12: "Jesús volvió a Cafarnaún... Se
reunió tanta gente, que no había más lugar... Le trajeron... a un paralítico,
llevándolo entre cuatro hombres... levantaron el techo sobre el lugar donde
Jesús estaba y... descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la Fe de
esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas... pensaban...: «...¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los
pecados, sino sólo Dios?» Jesús... les dijo: «...Para que Uds. sepan que le
Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, –dijo
al paralítico–: yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
Él se levantó delante de todos, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La
gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada
igual»".
Hoy la misma palabra
“pecado” tiene mala prensa. Sin
embardo, ahí está en nuestra vida y nos resulta
un pasado muy pesado. De hecho,
el pecado nos separa del Amor de
Dios y enrarece todas nuestras
relaciones. Si nos acostumbramos a él, y éste
se hace casi cultura, como parece que hoy nos sucede, lleva a la parálisis moral y
todos, personas y sociedades, se van
deteriorando hasta su destrucción. No importa a quién o a qué se culpe:
¡ésta es la realidad y nos duele!
El pueblo de Dios se acostumbró a tener a Dios ‘a su disposición’
y acabó tratando
de hacerlo su ‘ídolo’, es decir, imagen-servidor del ser humano: no lo
escuchaba, ni estaba dispuesto a obedecerle. Se hicieron esclavos de sus caprichos y
soberbia, hasta ser destruidos por ellos.
Dios es Amor y su fidelidad nunca cede a la degradación
de su pueblo. Dios siempre tiene la
última palabra, como tuvo y tiene la primera con su propuesta
de bendición, perdón y Vida. Nos toca a nosotros responder:
aceptar o rechazar. En ello nos va la vida y la dignidad.
El pecado duele a Dios porque nos perjudica; pero Él no
se separa de nosotros porque nos ama
El Amor de Dios nos recrea, si aceptamos
habernos separado de Él por nuestra rebeldía.
La Misericordia de Dios nos da el perdón para poder renovar y sanar
nuestra conciencia.
La fidelidad de Dios es concreta, histórica, nos
acompaña en todo nuestro caminar y no cambia
Pablo es acusado de inconstancia por los Corintios y él se
defiende apoyado en el Dios fiel.
Cristo es signo pleno de la fidelidad de Dios: de Él Pablo aprendió
a dar su propia vida.
El “Sí” cristiano dice la fidelidad de Dios
y la propia voluntad de serlo también nosotros.
La Fe de la Comunidad nos lleva a Cristo y éste nos da
la Misericordia de Dios que salva y sana
El pecado paraliza el futuro de renovación interior
de la persona. La Fe de la
Comunidad lleva al hermano
paralizado ante el Amor de Dios que perdona
y le abre a un futuro renovado.
Para Dios somos importantes.
Él cuida nuestro presente para que tengamos un futuro digno. El perdón que
siempre nos ofrece es signo de este Amor Providente. Lo vital es acercarse.
Pidamos a María ayudar a los hermanos a que se acerquen a Jesús que desea perdonarles.