domingo, 12 de febrero de 2012


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO VI (P. José Mª Doménech SDB)   
La persona, unidad esencial, muchas veces vive que el mal físico habla de un interior desviado de la gloria de Dios. Sólo Él es el Salvador
Lv. 13, 1-2.45-46:  "El Señor dijo a Moisés y a Arón: «Cuando aparezca en la piel de una persona... un caso de lepra… será llevada al sacerdote... La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: “Impuro, impuro”. Será impuro mientras dure su afección... vivirá apartado..., fuera del campamento»".
Salmo: 31:               "Me alegras con tu Salvación, Señor"
1Cor. 10, 31-11, 1: "...cualquier cosa que hagan, háganlo todo para Gloria de Dios. No sean motivo de escándalo... Hagan como yo, que me esfuerzo... no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo como yo sigo el... de Cristo"
Mc. 1, 40-45:          "Se acercó un leproso a Jesús... y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme» Jesús, conmovido,... lo tocó diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y la lepra desapareció y quedó sano. ...Lo despidió advirtiéndole severamente: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote… para que les sirva de testimonio»... Apenas se fue, empezó a proclamarlo por todo el mundo... Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad... Y acudían a Él de todas partes".
La lepra es vista como una impureza que carcome a la persona desde dentro. Se trataba de una enfermedad que pone en peligro a todos. También hoy las actitudes, o procesos, perversos, que degradan a la persona y a la sociedad, son interiores y fluyen en actitudes destructivas.
Nuestro mundo se desarrolla, pero también está amenazado de muerte por un enemigo peor que cualquier lepra: vivir distanciados, de espaldas a Dios, buscarse a sí mismo, cerrarse al Amor que nos ha dado y nos sigue danto la vida y nos lleva hacia la plenitud: el Amor de Dios.
El desgaste y las enfermedades son inevitables. Pero, si personal y socialmente fuéramos personas interiormente sanas, todo sería mejor superado. La descomposición social que vivimos nace del corazón humano, que no logra, por sí mismo, mantenerse en la búsqueda del bien del otro como prioridad, y se deja atrapar por el egoísmo que degenera las relaciones y estructuras.
Sólo el Amor de Dios, expresado en Jesús, puede sanar el interior enfermo, pues lo libera de la lepra de su egoísmo, y lo centra en la Gloria de Dios, garantía de su grandeza y libertad.
El pecado distancia moralmente de la comunidad y pone en peligro a todos, persona y sociedad
El pueblo se defiende de la lepra con la exclusión –aislamiento– para no poner en peligro a toda la Comunidad. El leproso es parte del pueblo, si lo respeta, debe avisar que está enfermo.
La lepra era considerada castigo al pecado, por eso el profeta compara al servidor sufriente como un leproso, porque carga con los pecados de todos. Sólo Dios puede sanarlo y ¡lo hará!
La libertad en todo lo vivido está en que todo se haga para la gloria de Dios y el bien de todos
La experiencia de Pablo está centrada en Cristo y su decisión de hacer todo y sólo según la Voluntad del Padre, que es la salvación y vida para los hermanos. Para eso fue elegido.
Pide a la Comunidad que vivan en esta libertad. Nada de cerrarse en sí mismos, pues eso perturba toda relación y servicio, porque le quita la honestidad del Amor de Dios, que es libre.
Lo importante es ofrecer la salvación, sobre todo a los más débiles, y ayudarles a vivirla.
Cristo actúa desde una libertad que libera de toda impureza y proclama la misericordia de Dios
El sacerdote del Antiguo Testamento sólo constataba la presencia o superación de la lepra.
Sólo Dios –y el Mesías– puede liberar de esta mancha destructiva, signo de impureza.
Cuando Jesús sana al leproso, lo toca, pues le mueve el amor y éste supera la ley. En ello da el claro mensaje, de que lo importante para Él es librarnos de todo lo que pueda destruirnos. Y nada destruye más que el pecado. La ley vale por el amor que la implica, no por sí misma.
Pidamos a María amar con pureza de corazón buscando, siempre y en todo, la gloria de Dios y la salvación de todos los que el Señor ponga en nuestra vida, sin egoísmos que nos cierran.
En nuestra pequeña ciudad de Puerto Deseado y en nuestra diócesis, la más grande de Argentina, estamos a las puertas de la última peregrinación de este año Jubilar, en el que celebramos los cincuenta años de la creación de esta Diócesis de Río Gallegos, que abarca las dos provincias más australes de la Patagonia Argentina: Santa Cruz y Tierra del Fuego.
La peregrinación es a la gruta de de la Virgen de Lourdes, una formación rocosa natural de origen volcánico, que se descubrió hace 65 años en nuestra zona, y que se dedicó, de común acuerdo, a la Virgen de Lourdes por su parecido a la formación de Francia. Desde aquella época comenzaron las peregrinaciones y nunca se han detenido, sino que más bien se han ido ampliando, aunque no viene muchísima gente, pero es un flujo continuo.
Pido al Señor que nos ayude para que sea un verdadero encuentro con Él a través del Auxilio y cariño de nuestra Madre Universal.

Entramos en la semana sexta del tiempo ordinario y en ella el Señor, que nos libera de toda degradación humana, nos invita a acercarnos con sencillez, a suplicar con confiada sinceridad y a estar dispuestos a proclamar su Gloria con cada uno de nuestros actos, palabras y pensamientos.
No se trata de estar mejor nosotros, sino de ayudar, al mayor número posible, a encontrarse con el Señor Jesús como su Salvador, al que pueden pedirle, con la seguridad de ser escuchados, que les purifique de toda mancha y les libere de toda esclavitud.
Él lo hace sin cansancio, aunque, después, nosotros perdamos el ritmo y no sigamos sus huellas de Vida Nueva y Libertad.
Lo importante es saber suplicar sabiendo que necesitamos de Él. No tanto para que nos resuelva un problema, sino para que sane nuestra vida y purifique nuestra existencia de tanta degradación a la que nuestros egoísmos la han ido sometiendo y con los que nos hemos ido degradando, con todas las consecuencias sociales que esto conlleva y que a todos afectan, sobre todo a los más débiles y pequeños.
A la gruta de Lourdes de Francia muchos van a pedir la curación de tantas enfermedades.
Jesús este domingo se nos muestra como el que sana y salva, dejándonos a nosotros la tarea de anunciar su Amor y Bondad sanadora a todos los que quieran escucharnos y aceptarle.
Confiemos al Señor nuestras vida y Él las sanará de toda mancha, según sea nuestra confianza en Él.
El leproso se acercó, suplicó y proclamó la Gloria de Dios. Pablo nos invita a hacer lo mismo a lo largo de toda nuestra vida.
María nos ayude a acercarnos con sencilla confianza al Señor y a mantener nuestro compromiso de evangelizadores de nuestros hermanos para ganar para Cristo a los más posibles.
Dios nos bendiga a todos y nos dé la Gracia de su Amor para darlo a los que nos rodean.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Doménech SDB 
  

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