CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XX
ASUNCIÓN DE MARÍA
La gloria de Cristo es el destino eterno de la Iglesia y María ya goza de él. Ella nos enseña a vivir dóciles al Espíritu y solidarios en la Fe
Ap. 11, 19a. 12 1-6a.10ab: "Se abrió el templo de Dios… y quedó a la vista el arca de su Alianza. Y apareció un gran signo: una mujer revestida de sol… estaba embarazada… Y apareció en el cielo otro signo: un enorme dragón… se puso delante de la mujer… para devorar a su hijo… pero el hijo fue elevado hasta Dios… y la mujer huyó al desierto… Y escuché una voz potente…: «Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Masías»."
Salmo 44: "¡De pie, a tu derecha, está la Reina, Señor!".
1Cor. 15, 20-27: "Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos… luego los que estén unidos a Él en el momento de su venida… cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre… es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte…"
Lc. 1, 39-56: "…María partió sin demora… Entró en la casa de Zacarías… Isabel… exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!... Apenas oí tu saludó el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz tú por haber creído…» María dijo: «Mi alma canta la grandeza del Señor… Él miró con bondad mi pequeñez… me llamarán feliz… ¡su Nombre es Santo! …desplegó la fuerza de su brazo… Colmó de bienes a los hambrientos… Socorrió a Israel, su servidor… a favor de Abraham y su descendencia para siempre.»…"
La Asunción de María comenzó desde su nacimiento. Ella es la real Arca de la Nueva Alianza: lleva en sí al Hijo y lo comparte. Toda su vida fue aprender, a la sombra del Padre Bueno, el Dios Salvador de su Pueblo, a subir al cielo, elevando con ella a todo el que a ella se unía en el amor y se dejaba elevar, asimilando a su lado, como ella, la llena de Gracia, a la escucha atenta y dócil al Espíritu: padres, prima, esposo, hijo, discípulos… nosotros.
Sí, también nosotros somos invitados hoy a entrar en su escuela de Santidad de María.
Las maravillas de Dios son fruto de aprendizaje, de diálogo intenso, íntimo y dócil, en medio de batallas, a veces hasta brutales, como es todo martirio, cruento o incruento.
El poder de Dios se muestra en este caminar difícil e inseguro de toda persona humana, siempre inclinada al pecado. Él no nos quita ninguna debilidad, pero puede enseñarnos a superarlas todas, dando a todos la posibilidad de entregarse con sentido de amor oblativo, nada fácil, gracias al diálogo de piedad, entrega y confianza entre cualquier ser humano y Dios.
La resurrección de Jesús, el primero de todos, nos dice Pablo, es nuestro futuro y la garantía de nuestra ascensión: María ya lo goza, le seguimos nosotros con ilusionado esfuerzo.
María caminó en la Fe, que implica lucha por ser fiel al plan de Vida y Salvación de Dios
En la imagen del Apocalipsis está presente la Iglesia en continuo martirio por engendrar hijos de Dios y mantener el testimonio del Salvador, del Resucitado de entre los muertos. Ella será siempre perseguida, pero también defendida y exaltada por el Dios Altísimo, siempre y cuando sepa, en la oración, meditación de la Palabra y los sacramentos, mantenerse íntimamente fiel a Dios, como María. Todo este esfuerzo está presentado en la imagen del desierto.
Cristo, el nuevo Adán, nos ha liberado, con su resurrección, de toda esclavitud y muerte
Pablo nos presenta a Cristo como el Primogénito Glorificado, Señor y Dominador de todo. Él, el Hijo del Hombre, nos ha abierto el camino, nos anima y nos conduce a todos. María, Discípula perfecta, le sigue y nos auxilia a todos para que seamos cada día más fieles a Jesús.
María vive su Fe en concreto y por eso es portadora de Jesús, por ella todos somos bendecidos
María nos cuida como Madre. Ella ayuda a los discípulos de su Hijo a vivir en el Amor que le ha sido confiado para darlo. Nadie como María sabe caminar en la luminosa oscuridad de la Fe, impulsada por la Verdad del Hijo y el Amor del Padre y del Espíritu.
Pedimos a María vivir como resucitados y ofrecer a Jesús en el solidario cotidiano vivir.
Quiero comenzar, ante todo, agradeciendo a todos sus oraciones por mí, y por todos los que íbamos a participar en estos Ejercicios Espirituales para que sepamos aprovechar estos días de Gracia que el Señor nos concedió.
Fue un real y sincero encuentro con el Señor en esta Comunidad Inspectorial que está iniciando su caminar por los nuevos senderos de vida misionera que el Señor nos indica, no solo a nosotros sino a toda Argentina. Todos queremos ser cada día más dóciles para que el Señor pueda hacer todas las maravillas que desee a través de nuestras personas, en cualquier circunstancia que cada uno de nosotros se encuentre: unos enfermos, otros ancianos, con las fuerzas disminuidas, otros en la plenitud, otros iniciando su recorrido de entrega total y otros en sus diversos procesos formativos o de discernimiento. Todos queremos ser más y más fieles a su Amor, aun con los límites y flaquezas.
Muchísimas, muchísimas gracias a todos y cada uno: los de la cadena de oración y los amigos.
Pasamos al comentario introductorio:
La Resurrección de Jesucristo es el futuro de todos los discípulos de Jesús.
La Asunción de María es el primer adelanto de esta realidad: en ella ya se realizó la promesa de seguir a Jesús que Él nos hizo en la última cena. Seguimos nosotros, pero, para que esto se dé, es indispensable que también nosotros sigamos ahora, como María, a Jesús.
No basta hablar, decir, recibir el bautismo y ¡ya está todo hecho! No. No es así ninguna realidad viva.
Solo en los seres inanimados las cosas permanecen... ¡Y ni siquiera en ellos! También en ellos hay desgaste y los años se comen muchas realidades, salvo las que guardamos en nuestro interior y almacenamos en nuestra riqueza personal.
La vida siempre exige renovación, alimentación y ratificación de los compromisos asumidos, pues toda vida tiende a desfigurar y lacerar la primera decisión, a diluirla, a oscurecerla, ya que vienen las dificultades; las dudas; los ataques, internos o externos; los cansancios; los errores inevitables o los evitables, pero no evitados por lo que sea...
La mayoría de las ratificaciones son silenciosas: las hacemos, o las negamos, en cada una de las pequeñas decisiones del día a día.
María aprendió a decir sí a Dios desde que se comprometió con Él no solo en la anunciación sino en toda su vida, desde lo más sencillo hasta lo más llamativo, como el moción de ir a servir a Isabel, o en el cumplimiento de las tareas más cotidianas en casa, en su diálogo con el esposo e hijo, en el apoyar la decisión de Jesús de dejar la casa para ir a bautizarse y seguir lo que entendía que Dios le pedía y también en el dolor de la pasión o en el inicio del desarrollo de la Misión de la Iglesia y en la muerte. El resto, lo que vino después, fue cumplimiento de la pormesa de Dios a sus hijos en Cristo Jesús.
Es en el ordinario de la vida donde nosotros estamos llamados a vivir como hijos de Dios en Cristo resucitado.
Ahí es donde se desarrolla nuestra maduración en la Fe y nuestra asunción constante: pues somos asumidos por el Amor de Dios y nos vamos uniendo a Él: hasta que Él lo sea todo en todos.
Dios nos bendiga a todos y nos conceda la Gracia de saber imitar a María, la Madre Asunta.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Doménech SDB
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