El Señor a todos Salva, sin exclusiones, y nos enseña a caminar por la senda de la Vida; pero pide docilidad y constante conversión
Is. 66, 18-21: "Yo conozco las obras de los hombres y sus pensamientos. Yo mismo vendré a reunir a gente de todas las naciones y lenguas… verán mi gloria… y anunciarán mi gloria en medio de las naciones… Y de todas las naciones traerán a sus hermanos como una ofrenda al Señor… Yo tomaré a algunos de ellos para hacerlos sacerdotes y levitas, dice el Señor".
Salmo 166: "Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio".
He. 12, 5-7.11-13: "Han olvidado las palabras… que la Escritura les dirige como a hijos: «Hijo, no menosprecies la corrección que viene del Señor… porque el Señor corrige a los que ama y hace sufrir a los hijos preferidos». Sufrimos para que nos corrijamos: Dios nos trata como a hijos. Porque ¿hay algún hijo al quien el padre no corrija?... los que han pasado por este entrenamiento, cosechan la paz, que es fruto de una vida honrada…"
Lc. 13, 22-30: "…Alguien preguntó a Jesús: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él contestó: «Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no podrán… llamarán y dirán: “Señor, ábrenos” Pero él les responderá: “No sé quiénes son... Aléjense de mí los que obran mal”. Allí habrá muchas lamentaciones… Vendrá gente de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios…"
El sentido de igualdad universal que el mundo ha ido adquiriendo, es una verdadera conquista. Pero también es una gracia de Dios, que supone, como todas, el esfuerzo de cada persona. Por eso, con justicia, lo podemos ver como un conquista, pues también lo es.
Todos están llamados a la Salvación por el Amor de Dios, nadie, absolutamente nadie, está excluido de ella en ningún momento. Diverso es que algunos nos cerremos en algún momento, pero eso no es exclusión sino rechazo, más o menos consciente, y, por tanto, más o menos culpable. ¡Sólo Dios –sólo Él– conoce bien la realidad y, por tanto, sólo Él puede juzgar!
Las puertas están siempre abiertas; pero son “puertas” y por la pared no se pasa. Es decir, todo ingreso tiene sus condiciones que son identificadoras, no discriminadoras. No a todos los lugares o grupos se entra del mismo modo y con las mismas exigencias. Toda identidad, por naturaleza, trae consigo las condiciones de ingreso, camino y destino. No todo es igual.
Dios nos educa para que no nos degrademos ni nos desviemos; pues nos perjudicaría.
Cada uno asume en la vida las propias decisiones: la responsabilidad final es sólo suya.
El interés de salvación de Dios, el Dios de la vida, es universal y personal: es Él quien llama
El mismo Dios es quien llama a todos los pueblos a un culto de santidad. Con ellos regresará también el pueblo elegido, como fruto de la adoración de todas las gentes.
La acción de Dios es universal y nos lleva por caminos de santidad. Él elije a los consagrados y enseña a los fieles a ofrecer sus vidas como un culto verdadero, agradable a Dios.
Dios, buen padre, nos corrige; pero nos toca a nosotros, que somos libres, secundarle o no
En el transcurso de la vida, con sus multifacéticas situaciones, llenas de aciertos y desaciertos, ilusiones y peligros, secundar a Dios nos da la posibilidad de madurar en nuestra relación con Él. Ésta implica libertad y capacidad de arriesgar para que Él sea el soberano.
Es lo mejor para cada persona, aunque no siempre sea agradable y nunca sea cómodo.
Quien es paciente y fuerte, ante todas las exigencias de esfuerzo, conversión, perdón, sacrificio y humildad, que implica el seguimiento a Jesús, siempre canta victoria y vive en paz.
La Salvación es un don ofrecido a todos, pero pide ser aceptado en cada decisión personal.
La pregunta estaba mal orientada: la salvación es opción personal, no valen las cantidades. Jesús enfoca las cosas: es tu responsabilidad, ¡esfuérzate!, sin conversión personal, no es posible ningún bien, ni presente, ni futuro. Pertenecer a un grupo religioso no da garantías.
El tiempo de conversión es limitado. Dios nos educa; debemos entrenarnos a ser dóciles y decidir bien, si no lo hacemos, podremos quedar fuera, aunque... hayamos hecho milagros.
Todos están llamados a ser santos y en todos los pueblos los hay que aceptan y lo gozan.
Pidamos a María nos guíe a escuchar al Padre Bueno y a convertirnos cada día sin fin.
P. José María Doménch SDB
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